Review House of The Dragon: Driftmark

Review House of The Dragon: Driftmark

Un grandísimo episodio donde vemos hasta qué punto pueden liarla unos críos y por fin tenemos claros los bandos y sentimos que pese a los esfuerzos del rey Viserys, la guerra es inevitable. Viserys lleva enfermo mucho tiempo, su reino es tan decadente como él y el sostenimiento de la paz es tan débil como la salud del rey. En cuanto muera, su esposa y su hija no tendrán freno, es más, una tiene al lado a Daemon y la otra a Otto, que tampoco abogarán por la paz. Queda por ver a quien ofrecerán lealtad Corlys, Rhaenys y todos sus barcos, claro que sabemos que el apellido Velaryon está ligado a Rhaenyra y la sangre Velaryon a Daemon.

Miguel Sapochnik dirige un episodio espectacular, pues salvando esa escena copiada de Harry Potter en la que Aemond Targaryen sobrevuela Driftmark cual Harry en hipogrifo los terrenos de Hogwartsdetalle que me ha chocado un poco, lo demás ha sido sobresaliente. Hemos tenido tensión contenida durante unos magníficos primeros minutos y tensión desatada en el resto del episodio. Ambas partes han sido brillantes.

Durante los meses previos al estreno tuve muchas dudas sobre esta serie e incluso pensé que no podría salir bien. Obviamente me equivocaba. Todos los episodios han tenido una calidad abrumadora y parece que cada semana vemos el mejor de la temporada. A día de hoy, creo que Driftmark es el mejor episodio de la serie, pero quizás cambie de opinión el próximo lunes.

La despedida de Laena es preciosa, es un personaje al que hemos conocido poco y queda la sensación de que ojalá la hubiéramos conocido más. La hemos visto interpretada por tres actrices y todas hicieron un buen trabajo y dieron personalidad al personaje, dibujándola como una mujer fuerte que conocía su lugar en el mundo. Pese a que es alguien que no ha tenido demasiadas líneas, creo que todos recordaremos a su personaje. El entierro ha sido digno de una mujer de gran relevancia en el reino y por lo tanto ha reunido a las personas más importantes del mismo y por ello ha servido a los espectadores para que pasemos revista a cómo cada aliado o enemigo sufre la perdida.

Hay una labor de dirección magnífica que hace que entendamos los posicionamientos y temores de los personajes en función de a quién miran o como se mueven, tanto durante el entierro como en la en la reunión posterior. Criston Cole sospecha de la actitud de Larys y le dice a la reina Alicent que el hijo de Lyonel Strong no deja de mirarlos, diciéndonos que no tiene la menor idea de los tratos entre la reina y el actual señor de Harrenhal; el pequeño Aemond observa a Vhagar y es incapaz de saludar a su primo; Rhaenyra no sabe dónde meterse y parece que busca a su tío con la mirada, intentando encontrar un momento en el que tener una conversación privada con él, la pobre princesa tampoco sabe lo que tienen que hacer sus hijos, pues aunque ellos están tristes por la muerte de su padre (para ellos un protector sin más) deben fingir estar tristes por otra cosa y por supuesto Rhaenyra no tiene la menor idea de dónde está su marido, algo a lo que se ha acostumbrado, pero no por ello deja de ser irritante; Daemon permanece con su actitud habitual sin saber muy bien si ese es su sitio, posiblemente porque no se sienta cómodo en ninguna parte. Viserys también está incómodo e intenta un acercamiento a su hermano, que le sale mal. Da la sensación de que los dos hermanos se quieren, pero que jamás se perdonarán las ofensas pasadas.

Hay un detalle maravilloso tras la conversación de los dos hermanos dragones: ellos no hacen las paces, pero conversan levemente sobre lo horrible y maravilloso que es que las niñas de Daemon se parezcan a su madre Laena. Viserys sabe lo que es eso, porque amó a Aemma Arryn y ve a su difunta esposa cada vez que mira a su hija Rhaenyra. Tras esta conversación, el rey, agotado y enfermo (como siempre), se retira a sus aposentos y al despedirse de su esposa la llama Aemma. Es un detalle sutil, que quizás a muchos espectadores les haya pasado desapercibido y que a mí me ha parecido una maravilla, de forma que me veía en la obligación de destacarlo.

Otro momento muy destacable de la reunión posterior al entierro es la conversación que mantiene Corlys con el segundo hijo de Rhaenyra, el que podría convertirse en el heredero de Driftmark. Es muy dulce que el pequeño no quiera el titulo porque eso significaría más muertes, pero lo importante que deriva de esta conversación es lo que vemos después, cuando la pareja formada por Corlys y Rhaenys debaten sobre la ambición y el legado. Mientras Rhaenys está cansada de las luchas de poder y desolada por la pérdida de su hija, Corlys sólo quiere que en los siglos posteriores su apellido quede ligado al Trono de Hierro. No le importa si su vástago le dio hijos a la princesa o si los niños son la descendencia del último escudero, lo que le importa es que su apellido salga en los libros de historia. Quiere que ese sea su legado. Mientras tanto, Rhaenys sólo se preocupa por el bienestar de sus verdaderas nietas.

Es muy triste que Rhaenys pierda a su otro hijo tan sólo unas escenas después. La mujer no se merece tal sufrimiento, pero todo lo que rodea a la muerte de su hijo es una auténtica maravilla y de lo mejor del episodio. Si Rhaenys hubiera sabido del plan de Daemon y la princesa hubiese estado de acuerdo, si lo que le dice a su esposo sobre lo cansada que está de las ambiciones al trono es verdad, hubiese estado de acuerdo. Pero no cuentan con ella, el plan es demasiado importante y demasiado secreto para liberar a la pobre Rhaenys del sufrimiento.

Me gustan mucho la conversaciones que tiene la princesa con su marido primero y con su tío/futuro marido después. Cuando habla con Laenor, ella ríe con pena al escucharle pronunciar el acuerdo bajo el cual se casaron: ser esposos de cara a los demás, ser felices en secreto. Una idea que resultaba hermosa y parecía fácil, pero que se condenó desde el primer momento con la negativa de Cole a ser parte de la mascarada y el terrible asesinato de Joffrey. Lo intentaron durante una década, pero Laenor llegó finalmente a la conclusión de que era imposible aunar las dos ideas, la felicidad y el matrimonio resultaban incompatibles. Así que renunció a la felicidad, decidido a concentrarse en ser mejor marido, ejercer mejor de padre y colaborar para fortalecer la unión entre la casa Velaryon y la Targaryen. Es muy triste oírle decir eso, es un hombre bueno, algo escaso en Poniente y ver que está decidido a poner su felicidad a un lado es sobrecogedor. En un acto de bondad Rhaenyra lo ayuda a ser feliz y lo libera de ser su esposo. Un final precioso para el personaje.

Mientras Daemon y Rhaenyra conversan sobre el futuro, hablan de cómo el mar ofrece la libertad mientras que el fuego los encierra. El fuego les arrebató a las personas con las que habían sido felices en los últimos diez años, así que es justo que sea el fuego lo que haga libre a Laenor, quien en un acto poético huye por mar. Todo lo que rodea al plan de huida de Laenor me cautiva de principio a fin, quizás fue mi ingenuidad o mi claro posicionamiento contra Los Verdes, pero supe desde el primer momento que Rhaenyra no mataría a su buen amigo Laenor. Creo que ella le ama, lo respeta y lo valora, pero entiende que nunca serán felices juntos. Además, ambos aman a otras personas y tienen diferentes ambiciones: él quiere ser feliz junto al hombre que ama, quiere ser rico pero sin cargos nobiliarios y quiere vivir libre. Ella quiere afianzarse en el trono que le pertenece y necesita seguridad para sus hijos.

Puede que el guion juegue un poco con el espectador, pero nos han estado pintando a la princesa como la buena y a la reina como la mala, de manera que cargarse a Laenor hubiera dejado a los espectadores muy despistados. Además, el hecho de que Daemon recalcase que quería testigos también fue una pista importante. Era muy retorcido pensar que tanto Qarl Correy, como Rhaenyra convendrían el asesinato de un hombre que ha sido bueno con ambos. Lo único malo del plan es que un tipo ha sido asesinado, vestido con los ropajes del Velaryon y lanzado al fuego. 

Rhaenyra necesita casarse con el hombre que ama, no porque lo ame (aunque eso sea un plus) sino porque es un hombre que dará estabilidad a la corona, que le dará herederos y que presenta un apoyo más fuerte que Laenor, un esposo muy buena persona pero que nunca estaba cerca cuando se le necesitaba. Es cierto que Laenor tenía a sus espaldas una casa muy fuerte, pero supongo Rhaenyra cuenta con no perder el apoyo Velaryon, pues pese a las dudas sobre la sangre de sus hijos, ya sea como hijos o como hijastras, todo lo que queda de descendencia Velaryon está bajo su responsabilidad.

Además, la gente teme a Daemon y eso también es poder, un poder que ella necesita en este momento. Rhaenyra necesita vía libre para casarse, así que en lugar de comentárselo a algún confidente psicópata lisiado y hacerse la sorprendida con las consecuencias… opta por trazar un plan ella misma, un plan que le permita casarse con quien quiera y a la vez darle a Laenor la felicidad que merece.

Daemon ya barajó la idea de casarse con su sobrina en el pasado, así que no se le hace difícil aceptar la propuesta cuando acaba de enviudar y de perder el dragón más grande de Westeros.

El enorme dragón Vhagar acepta a Aemond como jinete. Supongo que le gustó la osadía del niño o que se sentía triste después de haber matado a Laena. Las motivaciones del dragón son irrelevantes, lo que sí es importante es que el bando de Los Verdes suma un dragón. Ya sabíamos del dolor experimentado por el muchachito al no creerse digno de ser jinete de dragón, sabíamos lo importante que era para él y por ello no nos sorprende que el niño se arriesgue y vaya a por el dragón. La aproximación está bien, llega justo después del encuentro sexual entre Daemon y Rhaenyra y el espectador disfruta con el paso de una escena erótica a algo tan épico como un niño de cabello blanco conquistando a un dragón gigantesco.

Después del vuelo sobre Driftmark, que acepto como homenaje a Harry Potter pero que no me gusta nada si ha sido involuntario, el episodio se vuelve loco. La tensión escala a un punto altísimo y el episodio pasa de sobresaliente a inmejorable. Por un lado tenemos a las niñas de Laena que lógicamente no aceptan perder a su madre y a su dragón en tan poco tiempo, en particular cuando una de ellas no es jinete de dragón aún. Por otro lado tenemos a los primos de Aemond, que siempre lo han maltratado y se han reído de él y que ahora lo ven montando a un dragón inmenso y dándose aires de grandeza. Si para colmo el malcriado hijo de Alicent insulta a los hijos de Rhaenyra es normal que la sangre termine brotando.

Me parece increíble lo bien dirigida que esta la pelea de los niños, estoy segura de que todos podemos recordar escenas de lucha entre adultos que tenían menos tensión y peores coreografías. Son niños actuando, los actores no tienen el nivel ni el entrenamiento y aun así me he pasado asustadísima toda la confrontación, que termina con el clímax de un bastardo saltando el ojo al engreído hijo del rey. Pues aunque el ojo bien haya valido el precio del dragón, siendo sigue un niño dejando tuerto a otro niño y eso es algo bastante potente.

Si con esa escena ya teníamos el vello de punta, lo que viene a continuación es aún mejor. Las dos madres se enfrentan en una sala repleta de gente y en un primer momento el espectador no sabe quién tiene razón. Es verdad que hemos visto la pelea y que Aemond no es muy simpático, pero también es verdad que eran cuatro contra uno y que sus primos llevan haciéndole bullying desde hace mucho tiempo. También es cierto que Vhagar estaba ahí y que el niño simplemente aprovechó su oportunidad y eligió reclamarlo haciendo acopio de gran valentía, quizás algún adulto responsable debería haberlo previsto. Además, no es culpa del pobre Aemond que hayan envenenado su tierna mente infantil con las ideas sobre las dudas al respecto del legítimo linaje de sus primos.

Así pues, en un primer momento no sabía qué pensar. Simpatizo con Los Negros, pero la situación era complicada y había un niño pequeño gravemente herido. Pero los guionistas hacen que Alicent despeje todas las dudas y que entendamos que en esta serie no hay dos bandos en tonos de grises, sino que claramente hay héroes y villanos. Los Verdes son los villanos, representados por la ambición desmedida de Otto y la rabia contenida durante años de su hija.

Poco a poco, Alicent va perdiendo los estribos y termina ordenándole a Sir Criston Cole que le arranque un ojo a un niño pequeño, cuando Cole se niega ella sigue insistiendo y termina lanzándose ella misma cuchillo en mano contra los nietos de su marido. Hiere a la princesa y consigue hacer el ridículo en una sala atestada de gente. Para colmo, si le quedaba algún atisbo de arrepentimiento por semejante salida de tono, su padre la felicita por actuar de forma estúpida.

Toda la escena ha sido impresionante, tanto Olivia Cooke como Emma D´Arcy han bordado sus papeles y cada instante ha tenido una fuerza descomunal, desde la imagen del cuchillo con las llamas de la hoguera de fondo a Daemon parando en seco la intervención de Criston Cole. El rey intentando salvar el día e imponer la paz viendo como su poder era menoscabado en público y la rectitud de su hija puesta en duda por sus propios hijos.