La Casa de Papel: el (frenético) principio del fin

La Casa de Papel: el (frenético) principio del fin

Si hiciéramos una encuesta entre los seguidores de La Casa de Papel, preguntándoles cómo la definirían en una palabra, estoy convencido de que más de uno usaría “adrenalina”. No sé cuántas series hay en el vasto catálogo televisivo del que disponemos actualmente que manejen la acción como la producción de Netflix. Mañana vuelve a la plataforma con la primera parte de su final, y os cuento mis impresiones del comienzo de su cierre. 

NOTA: el artículo trata sobre dos de los cinco episodios que se estrenarán mañana viernes, 3 de septiembre, a los cuales hemos podido tener acceso gracias a Netflix España. NO contiene spoilers.

En las líneas que dediqué a la serie el año pasado, cuando se lanzó la cuarta temporada (o parte, ya no sé ni cómo definirlas), comenté que la sensación que me había quedado tras ver su nueva tanda de episodios era que comenzaba a ser una situación de escenario final, de que igual iba siendo interesante cerrarlo antes de que se estirara todavía más un chicle que, in my opinion, con su paso a Netflix, ya se estiró; soy de los que defienden que lo emitido en Antena 3 hubiera valido como conjunto, con sus fallos, pero, ¿qué producto no los tiene?

En cualquier caso, llegó la plataforma streaming, la extendió, y en 2019 y 2020 tuvimos nueva ración, mejor la primera que la segunda para mí, en líneas generales, y ya se anunció posteriormente que lo que nos llegaría a continuación supondría (ahora sí) el punto y final. Se dividirá en dos tandas: la primera, llega mañana, y la segunda, el 3 de diciembre, ambas con cinco capítulos cada una. Si en el artículo de hace un año dije que tuvo una mitad más tranquila que otra, y que La Casa de Papel vivía mejor en el caos, me reafirmo en mis declaraciones, y parece que me leyeron, porque la decisión de cómo arranca la entrega parece estar basada en lo que dije; bueno, en parte sí, y en parte no.

El primero de los dos que he visto me parece más flojo, pero en algunos aspectos tiene su razón de ser: reubica las fichas, recuerda cómo está la situación, y arranca la temporada. Pero el lado que le resta puntos para mí son los flashbacks. A estas alturas, no sé qué pinta Berlín en la historia, y espero que tenga una explicación el uso continuado de este personaje; que sí, Pedro Alonso y su carisma siguen siendo algo que no te cansas de ver, pero se nota que le quieren demasiado para dejarle marchar. E incluyo aquí a las incorporaciones: Miguel Ángel Silvestre (Sense 8, Sky Rojo) y Patrick Criado (Antidisturbios). Espero que sus papeles influyan de alguna manera en la trama del presente, porque traerlos para añadir trasfondo a unos personajes que ya tienen mucho bagaje desarrollado durante todos estos años lo veo un poco insuficiente e innecesario a las alturas que nos encontramos de partida.

La parte buena sigue siendo todo lo del presente, la acción en el Banco de España, que no baja revoluciones y solo hace que subir. Tengo dudas de cuánto tiempo le llevará a la gente ver lo nuevo de la serie, porque el frenesí que te meten en cada escena de lo que está sucediendo en ese edificio te mantiene pegado a la pantalla y solo quieres ver más; puede que bata récords de visionado rápido, os lo digo sinceramente. Si el primero es algo más “tranquilo”, el segundo es un acelerón tremendo que no te deja ni un segundo de respiro; como vayan a tanta velocidad en los tres siguientes, a más de uno le da algo.

Lo mejor que le podía pasar a esta serie era concluir. En unos meses, veremos el final definitivo, y que hayan apostado por imprimirle a la historia la velocidad y ritmo por la que destaca y que es lo mejor que tiene, ya desde el punto de partida, me parece una decisión muy acertada, y espero que no decaiga en lo que está por venir (no tiene pinta, la verdad). Antes de que se malograra un gran producto como es La Casa de Papel, está bien que lleguemos al inevitable final. Confío en que lo que llegará sea tan bueno como promete lo que he podido ver de esta última entrega.