Review The Last of Us: Long, Long Time

Review The Last of Us: Long, Long Time

La historia de amor que aborda este episodio supone una ruptura con lo que hemos visto hasta el momento en The Last of Us, nos coloca ante una perspectiva nueva y afrontamos la posibilidad de no sólo sobrevivir sino de vivir e incluso alcanzar la felicidad en un mundo infectado por un peligroso hongo. Una historia de amor en el tercer episodio proporciona un sentido de esperanza y optimismo en un mundo difícil y hostil, pero a la vez evoca nostalgia por el tiempo en el que el amor y las relaciones eran más simples.

Las vivencias en el mundo hostil de The Last of Us (u otros similares) suelen limitarse a pelear por sobrevivir y ha sido muy bonito ver a cuatro personas disfrutando una comida en el porche. Me ha parecido muy acertada la idea de hacer de Bill un gran cocinero, porque sus platos tan cuidadosamente preparados ofrecen un contraste muy duro con la comida seca envuelta en papel que comió Joel en el bosque unos minutos antes de que conociéramos a Bill.

En un primer momento, Bill es muy cauteloso y vemos como no pierde de vista a su invitado, probablemente desconfiando de un tipo al que ha atrapado merodeando por los alrededores y que en cualquier momento podría (hipotéticamente) robar un arma y querer para así todo lo que Bill ha construido.

La interpretación de Nick Offerman es sensacional, me ha entusiasmado su trabajo corporal, su movimiento, la forma en la que pone verjas con su cuerpo, la tensión en la espalda que muestra la natural desconfianza hacia el invitado al que a cada momento quizás se arrepiente de haber permitido entrar… en su casa y en su vida. Esa actitud va cambiando conforme avanza el episodio y crece el amor.

Pero no sólo existen esas barreras corporales por parte del actor, también hay barreras físicas colocadas por una estupenda dirección y un fantástico guión.

Esto es especialmente notable en esa primera cena, donde cada uno se sitúa en un extremo de la mesa, dejando espacio entre ambos… después tocan el piano y se rompe uno de los muros que los separan, luego en la cama percibimos la tensión de Bill que pese a que quiere estar ahí con Frank sigue sintiéndose tenso. Pero poco a poco todo esto cambia, conforme avanza la acción y la historia de amor vemos cómo se van acercando y las escenas que comparten son cada vez más estrechas tanto en el fondo como en la forma. Frank se abre desde el primer momento, pero a Bill le cuesta más, probablemente estaba solo mucho antes de que el brote de cordyceps empezara a reclamar vidas.

La historia es conmovedora y con los detalles no explícitos nos van contando una vida en común en la que ambos se van transformando. Un ejemplo de esto es que tras tres años de convivencia Frank y Bill discuten por la gestión de recursos cuando Frank quiere malgastar pintura en adecentar las calles. Unos años después, Frank gasta las pinturas en cuadros que pinta por placer.

La primera vez que vemos a Bill, lo hacemos en su sótano, mirando las cámaras, donde se muestran a los soldados llevándose a personas a las que van a matar unos momentos después. Entendemos que es un survivalista que llevaba toda una vida preparándose para un evento catastrófico.

Las cámaras nos enseñan a una madre y un bebé con unos atuendos que coinciden con lo que hemos visto un segundo antes en los cadáveres que Joel explica a Ellie que fueron ciudadanos asesinados porque no cabían en los centros de cuarentena.

Analizándolo desde ese punto de vista, parece que Bill tenía razón escondiéndose de los soldados. Y la verdad es que se lo monta bien, es un hombre con muchísimos recursos y esos tres años que pasa en soledad, da la sensación de que son aceptablemente felices para él y es interesante como recalca, que durante ese tiempo jamás pasó miedo y como las cosas cambiaron cuando conoció a alguien a quien amar.

Es muy hermosa la escena en la que comparten las fresas y Bill llora de alegría a la vez que ríe por un placer tan mundano. Un momento que nos muestra que bajo esa capa de hombre rudo, hay un enorme corazón.

“God help any motherfuckers who stand in our way” escribe Bill en su despedida. La carta de Bill es vital para Joel, hace que entienda que su deber es cuidar de Ellie y protegerla, porque son el tipo de personas encuentran su razón de ser en ayudar a los demás.

Creo que la historia de Bill y Frank encierra la clave de la claudicación de Joel ante la inevitable misión de cuidar de Ellie y por eso está bien colocada en el tercer episodio, uno que nos rompe el corazón y prescinde de enseñarnos más de un infectado.

Termina el episodio mostrando como el viento mueve las cortinas de ese dormitorio cuyas ventanas dejaron abiertas… una preciosidad.

Un episodio extremadamente lacrimógeno que no bebe directamente de los juegos, que no se centra en personajes que conozcamos y que con una excelente dirección y dos actores sobresalientes es capaz de destrozarnos el día y hacer que las lágrimas acudan a nuestros ojos cada vez que recordemos esta hermosísima historia de amor.