Brave New World: hedonismo, platonismo y futurismo
El verano está siendo duro en cuanto a actualidad televisiva se refiere (además de por muchos otros aspectos que no voy a traer a colación aquí, porque no vienen al caso). Por eso, voy pescando en río revuelto todo lo que puedo, y los estrenos que me llaman la atención, raro es que no terminen siendo una opción de visionado para estos días tan calurosos. Hace quince días, se lanzó en Estados Unidos el nuevo jugador en el mundillo del streaming (plataformas de contenidos bajo demanda), Peacock, que es el servicio de pago de la cadena NBC. Y con éste llegó la primera gran apuesta, Brave New World, adaptación de la novela de Aldous Huxley de principios del siglo pasado, y que terminé ayer mismo de ver.
Primero, vamos con una lección ligera de filosofía. Toca hablar de Platón, como imagino que habréis deducido si habéis prestado atención al título de este artículo. Supongo que a muchos os sonará el mito de la caverna que utilizó el famoso filósofo para postular su teoría sobre el mundo de las ideas y demás. Para los que no, viene a decir que hay un conjunto de seres, similares a los humanos, que viven atados mediante cadenas en lo profundo de una caverna, con un foco de luz muy tenue de fondo, que ilumina la cueva y proyecta unas sombras que todos pueden percibir, pero que no son capaces de comprender. No obstante, llega un día en que uno es capaz de liberarse de sus ataduras, y comienza a ascender, buscando la superficie y alcanzando un nuevo plano de existencia, una nueva realidad en la que la luz es la nota predominante y la oscuridad algo residual. Pero claro, si quiere volver a las profundidades donde se encuentran sus compañeros, para hablarles de las maravillas del mundo exterior y la luz que lo acapara todo, éstos le tomarían por tonto y no le harían caso, además de verse él mismo cegado por la ausencia total de iluminación, de la misma manera que se vio completamente impedido cuando alcanzó el exterior de la caverna y los rayos de luz bañaron su rostro. A partir de esto, como he dicho antes, Platón arma toda una doctrina en la que no voy a entrar, porque con lo que he dicho me sirve para ilustrar lo que sucede en Brave New World, in my opinion.
Tenemos a dos protagonistas, Lenina y Bernard, que viven en Nueva Londres, en un futuro en el que la sociedad que se nos presenta es una dividida por rangos: alfa, beta, gamma, delta y epsilon, ordenados de mayor a menor importancia. A esto hay que añadirle que no existe la privacidad; todo es por y para el colectivo, además, retransmitiendo todo lo que haces. De hecho, cualquier acto de pretender tener un mínimo de intimidad es mal visto, y susceptible de que el sujeto en cuestión termine sometido a una sesión de “recondicionamiento” para que sus parámetros vuelvan a ajustarse a lo que es requerido de él/ella según su rango. Esto lleva a situaciones como la que usan para abrir la serie y presentarnos el contexto de esta sociedad: Bernard llama a Lenina a su despacho, y le echa la bronca (él, alfa más) porque no está teniendo suficiente sexo con el colectivo, y que últimamente está pasando mucho tiempo con un solo compañero, y lo que se requiere de ella es que tenga más compañeros de cama, y que disfrute y haga disfrutar al órgano social, porque es lo que se espera de su clase (beta más). El sexo es casi tan habitual en esta serie como respirar. Los habitantes de Nueva Londres no quedan para tomar unas birras o ver una película: quedan para montarse unas orgías multitudinarias bajo la sintonía de una música electrónica que pega perfectamente en este ambiente futurista.
Por si esto no fuera suficiente, encima de que parece que no tienen enfermedades venéreas en este futuro distópico (porque ya me dirás tú, si no hacen más que follar con unos y con otros, ya pueden tener una higiene personal impecable, ya), se te exige que seas feliz, pero no tienen que darle muchas vueltas más. Tienes que ser feliz, pero no tengas muchos sentimientos más. Para ello, van todos drogados hasta las trancas gracias a unas pastillas que se toman cada vez que tienen un amago de sentir algo distinto a la neutralidad absoluta, como por ejemplo, frustración, celos, miedo, tristeza, enfado, etcétera. Con todos estos condicionantes y alguno más, llegamos a la decisión que lo cambiará todo. Bernard y Lenina deciden ir a las Tierras Salvajes, que son, básicamente, los Estados Unidos que conocemos, convertidos en un parque de atracciones para los habitantes de Nueva Londres, en el que tienen una serie de localizaciones, en las que se muestran esas actividades tan “extrañas” para ellos, como es la celebración del matrimonio, o visitas a cárceles, cosas que no existen en esa sociedad “perfecta” que nos muestran.
Allí, tras un desafortunado incidente, conocen a John, un chico autóctono que termina regresando con ellos a Nueva Londres, provocando una cascada de acontecimientos que cambiará para siempre esa utopía. No solo por el hecho de que el chaval sea un elemento extraño que sea objeto de estudio y curiosidad por todos los habitantes de la ciudad, sino porque tanto Bernard como, sobre todo, Lenina, no son los mismos tras regresar de las Tierras Salvajes y conocerle. Ambos se han liberado de sus cadenas y han visto la luz, trayéndose consigo además a un habitante del otro lado, que es visto como un bicho raro y una atracción fascinante. Lenina es la que más le cuesta reajustarse a la sociedad que siempre ha conocido, pero Bernard se resiste al cambio y a la comodidad de lo habitual. Por si fuera poco, John está buscando su propio camino en todo este paraje que desconoce y que le asusta, influyendo no solo en ellos dos, sino en todo un colectivo que está ignorado, vilipendiado, y denostado, los epsilon, cuyo principal rostro es CJack60. El cóctel de Brave New World se va preparando poco a poco pero, cuando está listo, vale la pena observar las consecuencias.
Quizá esta serie sin el reparto que tiene la hubiera ignorado, pero los cuatro nombres que más conocía me han hecho ficharla: Harry Lloyd (Manhattan, Counterpart, Game of Thrones), Jessica Brown Findlay (Downton Abbey), Joseph Morgan (The Originals) y Alden Ehrenreich (Solo: A Star Wars Story) sustentan la ficción y lo hacen a la perfección. Es más, mis mayores dudas iban hacia el que protagonizó el último spin off cinematográfico de la saga galáctica, pero resulta que si le quitas el peso de dar vida a la versión joven del contrabandista más carismático de la galaxia, termina siendo un buen actor.
Durante los nueve episodios que tiene su primera temporada, casi podría decir que he asistido a un estudio sociológico de cómo podría ser nuestro mundo en el futuro, y las consecuencias sociales, éticas, morales y filosóficas que tendría esta utopía que nos plantea Brave New World, y a mí, que me gusta todo ese tema, me ha acabado ganando por esa parte. Evidentemente, si te tira para atrás el ser o no ser, la primera gran ficción de Peacock puede acabar por hartarte. In my opinion, esta ficción es una buena toma de contacto inicial con este servicio streaming, y me hace ser optimista para el futuro próximo y el estilo que pueden dejarnos más productos suyos. A la espera de si la renuevan por una segunda entrega, me quedo bastante satisfecho con lo mostrado en su temporada inicial. Te deja con ganas de más y con alguna incógnita que espero que sea explorado en el futuro. Si no sabéis qué ver estas semanas veraniegas, y os apetece apostar por algo diferente, es una muy buena opción, con un reparto de gran nivel y una historia atractiva.