The 100: rompiendo el paradigma... otra vez

The 100: rompiendo el paradigma… otra vez

Hace unos años, escribí en este blog sobre esta misma serie, que en aquel entonces andaba por su segunda temporada. En ese momento, recuerdo que me asombraba ante cómo una ficción con un punto de partida tan modesto era capaz de ofrecer un entretenimiento tan alto, alcanzando niveles que solo podemos ver en súper producciones de alta gama, todas ellas en cadenas o plataformas mucho más potentes y ambiciosas. The 100 sorprendía entonces y sorprende ahora, y si años atrás tenía mérito, conservar la capacidad de romper los esquemas del público una vez concluida su quinta temporada es digno de admirar. Es por eso que quiero dejar mi aportación tras el final de esta etapa que ha cerrado la serie hace unos días.

Este artículo contiene SPOILERS de la quinta temporada.

Durante toda esta entrega, habéis podido leer en este blog las reviews de mi compañera María, y las tenéis disponibles por si queréis volver a echarles un vistazo, y seguramente os acaben aportando cosas que igual no caísteis en su momento, o simplemente podéis usarlas para refrescar la memoria y recordar algunos de los grandes momentos que nos ha dejado The 100 este año.

Y digo grandes momentos porque ya de entrada, la entrega arrancaba desde un punto interesante, ya que el final de la cuarta temporada nos dejó un planeta Tierra nuevamente arrasado, con nuestros protagonistas refugiándose o bien en el búnker bajo Polis, o bien en lo que quedaba del Arca, y Clarke salvándose por los pelos del Praimfaya y sobreviviendo en el búnker donde encontraron el cohete que usaron al final Bellamy y compañía. Además, nos encontramos con un salto temporal de unos seis años, con una Clarke cambiada y convirtiéndose en madre de una niña a la que no conocíamos, y viendo el aterrizaje de una nave que no se parecía a la usada por sus amigos tiempo atrás.

Como decía, el punto de partida nos dejaba ya con muchas incógnitas: ¿Cómo había sobrevivido Clarke? ¿Quién era esa niña y de dónde había salido? ¿Qué había pasado con Bellamy y los demás? ¿Seguirían vivos los humanos del búnker? ¿Quiénes son los de la nave Gagarin? Ya solo con estas cinco preguntas, muchas ficciones habrían construido toda una temporada, hinchándonos a flashbacks de Clarke, de los del búnker y de los del espacio, así como presentándonos a los tripulantes de la nueva nave y a la niña y los nuevos conflictos que surgieran a raíz del aterrizaje. Pero lo que en otras series dura trece episodios, en The 100 duró dos.

En cuestión de tres semanas, ya supimos cómo conoció Clarke a Madi y cómo sobrevivió, qué pasó con Octavia y el resto de supervivientes, y cómo se encontraban Raven, Murphy y el resto; unos pocos flashbacks y fuera, a centrarnos en el presente. Porque todo lo sucedido desde que llegaran Diyoza y los demás ha sido suficiente para captar nuestra atención.

Una de las virtudes de esta temporada ha sido el intercambio de roles tan efectivo que hemos tenido. Clarke ha tenido que defender ese pedazo de tierra habitada de los invasores como en su día lo tuvieron que hacer los grounders con los cien adolescentes que llegaron a nuestro planeta (ella incluida), así como cuidar de una niña que encontró, y asumir el rol de madre. Octavia ha pasado de una prometedora lideresa a una tirana completamente trastornada y superada por lo vivido esos seis años bajo tierra. Bellamy aprendió de los errores del pasado y hemos visto una versión más adulta y madura de lo que nos tenía acostumbrados. Incluso en un principio asumíamos que Diyoza sería la villana de la temporada, y hemos acabando comprendiendo los motivos que la impulsaban, y cambiando nuestro punto de vista con respecto a nuestros protagonistas, que muchas veces han hecho cosas éticamente discutibles, casi convirtiéndose ellos en los enemigos. Pero claro, es The 100, las cuestiones éticas y los dilemas morales son tan habituales como los cadáveres que van dejando a su paso en cada episodio. Cómo han jugado toda la temporada con todos estos cambios en la personalidad de los jóvenes que conocimos hace cinco años, introduciendo nuevos conflictos para todos y cada uno de ellos, es una de las mejores cosas que hemos visto este año.

Y bueno, el ritmo, ese ritmo endiablado que The 100 tuvo otros años y que, no digo que hubiera perdido, pero por ejemplo en su anterior entrega no tengo interiorizado que fuera tan vertiginoso. Acontecimientos que en otras series tardarían semanas en desarrollarse, en esta serie se han iniciado, evolucionado y concluido en cuestión de uno o dos capítulos, siempre sin perder un ápice de coherencia con la trama y conservando un grandísimo nivel. Quizá su punto más flojo coincidió con un periodo en el que The CW emitía sus episodios en semanas alternas, o con parones de quince días o semejantes, pero tanto su inicio como su recta final, han compensado cualquier flaqueza que pudiera tener por el medio. Además, supo introducir acertadamente más flashbacks en el antepenúltimo capítulo, justo antes de la maravillosa doble Season Finale, algo que es extremadamente difícil, ya que la acción presente acaparaba toda la atención del espectador, pero era necesario para comprender la motivación presente de varios personajes, y se hizo a la perfección.

Por encontrarle algún punto negativo a esta temporada, señalaría a Madi, principalmente. El querer hacerla Natblida y, por lo tanto, heredera de Lexa, ha servido para caldear (todavía más) el ambiente dentro de Wonkru y hacer tambalear el reinado de terror de Octavia, pero la personalidad de la joven no me terminó de convencer en casi ningún momento. Inicialmente, la comprendía más porque no dejaba de ser una niña al cargo de Clarke, y actuaba por impulsos, como todos los niños. Pero ya cuando entra en juego su potencial herencia y el rol que podía desempeñar, me ha resultado un poco cogido con pinzas para hacer avanzar la trama, como por ejemplo en el episodio final y ese “plan” que idea en cuestión de segundos, gracias a toda la información que le proporciona la Llama que se integra en su cuerpo. Es un detalle menor, pero las soluciones dadas en esta parte de la historia me iban chirriando conforme se iban dando, partiendo de la base de que, casualidades de la vida, había una niña suelta perdida en el bosque que era Natblida y Clarke se la encuentra. No ha hecho que la temporada bajara su calidad, pero para mí ha sido la parte más discutible.

Obviamente, no tendría esta impresión de la temporada si no hubiera acompañado un final a la altura. Era muy difícil, porque cerrar algo tan bueno no siempre sucede; hay series que tienen un arranque de temporada excelente y cierran modestamente su recorrido, o viceversa. Pero es que la segunda parte de la Season Finale ha sido un doble mortal hacia atrás. Veníamos de una cuarta temporada en la que la Tierra era, nuevamente, arrasada, y querer hacer lo mismo esta vez era una apuesta arriesgada, aunque habíamos sido avisados en numerosas ocasiones con todas esas menciones a “el último lugar habitable de la Tierra”. Cuando en una obra de ficción repiten tanto algo, normalmente suele ser para entrar de lleno en un futuro; ejemplo: el Muro de Poniente se ha mantenido en pie durante siglos, pero mira tú por dónde que al final cayó. ¿Solo queda un lugar en la Tierra donde nuestros protagonistas pueden vivir? Pues a tomar vientos. Claro, eso nos lleva a otro elemento repetido este año, el Eligius III y ese archivo que no se podía abrir. Este tipo de recursos hay que saber usarlos, y The 100 lo ha sabido hacer fantásticamente, porque no ha resultado chocante y han acabado saliendo de forma natural, gracias a un final extraordinario.

Decía párrafos arriba que conflictos o situaciones que en otras ficciones se desarrollarían durante episodios, o incluso temporadas, los hemos tenido resueltos esta temporada en cosa de un par de capítulos, y no ha sido menos con los minutos finales. Ante la falta de recursos para sobrevivir, utilizan la opción de la criogenización y se echan todos una siesta, que en principio iba a ser de diez años y termina siendo de ciento veinticinco. Nos sirve para ver la vida de Monty y Harper, dos personajes que han tenido el final más feliz que nos ha dejado (y quizá nos deje) The 100, y que han catapultado a la raza humana a su nueva frontera: un planeta, al parecer habitable en otra galaxia. Zas. Nuevo reinicio y un universo de posibilidades a nuestro alcance de cara al año próximo. Obviamente, arrastramos conflictos tras la guerra entre Wonkru y los de la Gagarin, pero esta nueva etapa que nos presenta The 100 para su sexta temporada es fascinante.

La calidad que nos ofrece cada año esta producción es digna de valorar. Se emite en The CW, además siendo relegada este 2018 a la etapa final de la temporada televisiva, cerrando su andadura en pleno mes de agosto, cuando no queda nadie viendo la televisión. Pero a los responsables de la ficción les da igual. Saben que tienen una base fan muy potente, muy importante en todo el mundo, y a la que además recompensan año tras año con un nivel de tramas a la altura de los mejores dramas televisivos de la actualidad. Todo ello sin caer en los clichés clásicos del 99% de producciones, como por ejemplo el ansiado «shippeo» Bellarke, que cada año que pasa parece más y más improbable. No es necesario juntar a Clarke y a Bellamy, y creo que tras cinco temporadas, ha quedado más que patente que estos dos personajes no tienen porqué ser el «endgame» de esta serie.

Nos despedimos de esta gran serie hasta 2019, y tengo plena confianza en lo que nos puedan mostrar el próximo año, porque se la han ganado tras cinco años rindiendo de maravilla, arriesgando siempre, no conformándose y brindándonos momentos para el recuerdo. Se cierra una etapa en The 100, pero se abre una que puede ser tan brillante como su predecesora. No sé cuánto tiempo tendremos la serie en antena, pero disfrutemos de cada capítulo, porque estamos ante un producto único y que rompe los paradigmas clásicos de series adolescentes o de ciencia ficción. Si todavía hay alguien que no ve esta serie, le recomendaría que lo hiciera, porque no sabe lo que se está perdiendo.