Review The Walking Dead: One More

Review The Walking Dead: One More

La serie no levanta el vuelo completamente… pero casi. Creo que este episodio cumple con creces, superando a los episodios anteriores y manteniendo la tensión mientras nos muestra una historia interesantísima con principio y final, donde un increíble Robert Patrick se luce como estrella invitada.

Tanto el aburridísimo Find Me que la semana pasada dirigió David Boyd como el más que interesante One More de esta semana (y dirigido por Laura Belsey), son episodios independientes de un arco general, que presentan en ambos casos a dos personajes que se han alejado del grupo para vivir algún tipo de aventura. Si el episodio anterior fue tremendamente aburrido, es verdad que éste también puede haberlo sido por momentos, pero One More le saca una inmensa ventaja a Find Me y es que sí mantiene el espíritu de la serie, sí sentimos que estamos viendo The Walking Dead. Pues puede que sea un episodio independiente y desligado de la trama, pero es un episodio de una serie de zombies y supervivencia.

Este episodio tiene muchísimas cosas en común con el anterior, con Find Me, ambos están desligados de la trama global y nos muestran el día a día de un grupo de personas que aún está sanando las heridas provocadas por Los Susurradores. El episodio anterior nos alejó de la trama evocando una relación sentimental entre Daryl y una, hasta entonces, desconocida. La semana pasada nos adentramos en las psiques de Carol y Daryl, dos de los personajes más queridos por los espectadores, hasta el punto en el que van a protagonizar su propio spin off. La relación entre Carol y Daryl es algo que se ha estado construyendo desde hace muchos años mientras que la razón relación entre Aaron y Gabriel es algo más moderna y mucho menos profunda.

En One More nos adentramos en la vida de estas personas que intentan restaurar su pequeña sociedad y lo hacemos de la mano de dos personajes del montón, pues ni Gabriel ni Aaron son los favoritos de casi nadie. Posiblemente el episodio hubiese funcionado igual con cualquier otra pareja protagonista. Y es, precisamente por eso, que Laura Belsey consigue dirigir un episodio sólido que nos muestra el horror de la cotidianidad en este mundo lleno de muertos. La elección de la pareja protagonista es irrelevante, pues sólo sirven para conducirnos por los restos del mundo que ha desaparecido y el terror del mundo en el que les ha tocado vivir. Un horror que palpamos en cada cuerpo descompuesto que nuestros protagonistas encuentran por el camino, decenas de personas comunes (como Aaron y Gabriel) que debido a la mala suerte o a las malas relaciones, no han logrado convertirse en buenos supervivientes.

El viaje de Aaron y Gabriel en busca de provisiones nos conduce a que veamos no tanto de la amistad que se desarrolla entre ellos sino de lo fuerte que son los lazos en el grupo de nuestros personajes, pues creo que todos estamos absolutamente seguros de que la historia se hubiera desarrollado de idéntica forma si los implicados en el juego macabro de Mays hubiesen sido otros. En varios momentos se refieren a ellos mismos como familia y aquí vemos que lo son. Una familia bien avenida construida a base de desgracias que les han hecho unirse en lugar de separarse… como pasó con Mays, un tipo malvado, que tenía un hermano igualmente malvado.

Me ha gustado especialmente el desenlace con Mays. Creo que la guionista Nicole Mirante-Matthews ha escrito un episodio sensacional, que la directora Laura Belsey ha sabido plasmar a la perfección. No sé de cuál de ellas dos es el mérito, pero salté del sofá cuando Mays cayó muerto al suelo. Eso de que Gabriel le haya reventado la cabeza unos segundos después de convencerlo de que le ayudaría adaptarse en una comuna repleta de felicidad ha sido de lo más impactante.

Ha sido muy propio de la mejor The Walking Dead y ha dejado a los espectadores atónitos. Puede que un asesinato tan frío no sea muy del estilo de Gabriel o al menos no del Gabriel que conocíamos, un personaje que se nos presentó como un cobarde egoísta y que poco a poco fue ganando terreno en nuestros corazones conforme iba dejando de lado su aspecto más rastrero. Pero recordemos que aceptó, por cobardía, a Los Salvadores. Y que se dio a conocer cuando cerró las puertas de la iglesia con los feligreses fuera llevado por el miedo. Pero poco a poco ha ido mejorando y convirtiéndose en un cínico, pesimista, descreído y capaz de usar el brazo ortopédico de su amigo para reventarle la cabeza a un hombre al que acaba de prometer ayudar. Creo que en el punto en el que estamos es un personaje aceptablemente digno, aunque dista mucho de ser de mis favoritos.

Por su parte, Aaron  llegó tarde a la serie y se introdujo en una serie donde ya los personajes tenían estructuras muy sólidas y sus relaciones estaba muy bien construidas. Consiguió hacerse un hueco y encajar gracias a su carácter noble y a que sus tramas siempre lo han posicionado como un tipo bastante honorable. Quizás lo veamos siempre como el introductor a Alexandria y a todas las tramas que se han derivado de ahí … lo cual no es necesariamente bueno, pues algunas de esas tramas han sido desastrosas,  pero esa introducción deja el personaje en buen lugar.

Es un episodio entretenido con muchas cosas muy positivas donde hemos disfrutado mucho de la dinámica establecida entre los dos personajes y de la participación del macabro Mays. Hemos tenido tanto momentos emotivos introspectivos, como confesiones de borrachos, como un poco de acción. Algo que en esta serie no vemos tanto como nos gustaría. Creo que el resultado no está nada mal.