A estos Vikingos les ha costado mucho (demasiado) llegar al Valhalla

A estos Vikingos les ha costado mucho (demasiado) llegar al Valhalla

Antes de escribir estas líneas, he pegado un vistazo a nuestra web, y al registro que teníamos de Vikings en este blog. Salvando tres menciones en la ya caduca sección Lo Mejor de la Semana, para ser una serie con seis temporadas en sus espaldas, y con una gran cantidad de episodios, hemos pasado bastante de la ficción vikinga por estos lares. ¿Por qué? Sencillo: nunca ha sido santo de nuestra devoción. Puede que tuviera una etapa en la que sí la teníamos en cuenta y la apreciábamos, pero conforme fueron pasando las temporadas, la fuimos dejando de lado, a la par que la serie se adentraba en un laberinto difícil de resolver, hasta llegar a su conclusión hace unas semanas. Nunca es tarde si la dicha es buena, dicen, así que vamos a hablar de Vikings, aprovechando su despedida definitiva.

La historia de Ragnar y su familia comenzó bien, para qué voy a decir lo contrario. Con una breve temporada, centrada en un cuarteto principal de personajes, diferentes pero que se complementaban muy bien, sorprendió a muchos y se hizo un hueco en nuestra parrilla seriéfila semanal. Pero hay muchas series, al igual que celebridades o personalidades destacadas, a las que se les puede aplicar aquello de “murió de éxito”. La fama y popularidad de Vikings, ficción que abrió la veda de producciones del canal Historia en Estados Unidos (no demasiado prolífica, pero con alguna que otra serie entretenida), dio lugar a la renovación por costumbre, acompañada del consiguiente aumento de episodios por temporada. Si la entrega inicial tuvo nueve, la segunda y tercera ascendieron hasta los diez y, a partir de ahí, comenzó el caos: tres entregas más, de veinte capítulos cada una. Un ejemplo a la par en casi todo con Vikings creo que es The Walking Dead. A medida que la ficción zombi ganaba popularidad, se incrementó la orden episódica cada año, y la estrategia de emisión era idéntica: en lugar de lanzar sus dieciséis (en el caso de TWD) o sus veinte entregas de forma consecutiva, los dividían por la mitad y los estrenaban en momentos distintos del año, para que así tuviéramos nuestro producto durante una parte considerable de los doce meses. Pero eso acarrea sus problemas.

También en ambos casos, con el paso de los años, cambiamos de un reparto pequeño a uno más amplio, en el que cada personaje pedía su espacio y su tiempo de relevancia relativa en pantalla. Sin embargo, suele pasar que no siempre son todos interesantes, así que cuando tenemos en The Walking Dead el capítulo centrado en Fulanito/a, y no en Menganito/a, la cosa pierde nivel; lo mismo pasó con Vikings. Ragnar, Lagertha, Floki y Rollo (con sus cosas casi todos ellos) están a años luz de la retahíla de personajes que hemos visto en estos casi cien episodios que ha durado la serie. A medida que el foco de atención se fue expandiendo hacia la prole de Ragnar, se empezaba a tener la sensación de que esto era inabarcable para una producción así. Si con el relevo en el protagonismo de la serie vi en su día un soplo de aire fresco, porque es cierto que a esos cuatro personajes quizá se les había explotado demasiado, y los jóvenes venían apuntando maneras (unos más que otros), lo que vino después me acabó quitando esa idea de la cabeza. Los últimos cuarenta episodios (que se dice pronto), al margen de momentos puntuales de brillantez, o capítulos más o menos entretenidos y elogiables, son un desierto carente de oasis en los que reposar. Y buena parte de culpa es que lo que sustituyó al equipo inicial, nunca llegó a su altura.

Decía Michael Hirst, creador de la serie y que se ha marcado un Juan Palomo, pues él ha llevado las riendas desde el minuto uno, que cuando tienes un personaje popular y fundamental para tu producto en cuestión es complicado saber cuándo desprenderse de él. La decisión de sacar a un personaje principal de una ficción no es algo que se deba hacer a la ligera; hay que saber hacerlo, y ejecutar tu plan adecuadamente. En este caso, Hirst estaba atado de pies y manos por la propia historia, ya que los que más o los que menos, teníamos claro que el tiempo de Ragnar en pantalla tenía fecha de caducidad; el problema es decidir cuándo llegaría el momento. Para mí, demasiado tarde, porque la figura de Ragnar estaba ya desgastada, al igual que la de Floki, que ya era una caricatura de lo que fue al principio (algo que continuó temporadas después), y Lagertha tenía problemas de espalda de cargar ella sola con todo el peso de la producción. Y, aunque lo que viniera justo después fue bastante bueno, fue un espejismo en el desierto mencionado antes. Por no hablar de su recta final, emitida recientemente, que salvando de su episodio inicial, son todos bastante olvidables, con unos finales de personajes indignos, quitando de un caso aislado que sí me ha convencido. Y es que no a todos les puede salir tan bien eso de cargarse protagonistas como a George RR Martin con Ned Stark.

Y no he traído a colación el ejemplo del cabeza (je) de familia de los Stark por nada. Quiero hablar de ese debate tan inverosímil que se produjo durante años, mientras coincidieron en pantalla Vikings y Game of Thrones: había defensores de la serie vikinga que afirmaban que estaba a la altura de la producción de HBO, incluso era mejor. A ver, por dónde empiezo. La mejor época de Vikings no le llega a la suela a la mejor de Game of Thrones. Es como comparar un Seat Panda con un Ferrari. Sí, los dos son automóviles que te proporcionan un uso concreto, pero no tienen nada que ver las prestaciones de uno con las del otro. Quizá lo que muchos usarán para argumentar su postura son las batallas de la ya concluida serie de History Channel. Pero, de nuevo, nada que hacer. Estamos hablando de que sí, a lo largo de la ficción ha habido conflictos bélicos resultones, vistosos, que cumplen con lo que se esperaba de una producción en ese contexto. Pero te paras a pensar en episodios como Battle of the Bastards, Spoils of War, Blackwater, Hardhome, e incluso el criticado The Long Night de la temporada final (aquello de que no se veía nada porque era de noche y no iluminaban bastante), y no puedes evitar echar una carcajada cuando comparas. Vale, igual es un poco injusto comparar una producción de un canal secundario de cable en Estados Unidos frente al estandarte durante muchos años de una cadena como HBO, que le destinó una enorme cantidad de presupuesto a sus entregas finales, a la altura de cualquier producción cinematográfica, y que solo hemos visto recientemente en The Mandalorian (aunque veremos cuando lleguen su spin off, House of the Dragon, o la serie de Amazon sobre El Señor de los Anillos); pero es que ese argumento lo he visto ser empleado, así que ataco por ahí. ¿Quizá los personajes? También pierden por este frente. De la galería que ha ido desfilando durante las seis entregas de Vikings, ¿a quiénes salvaríais? A Lagertha, a Ivar, a Ragnar y a Floki, pero cogidos con pinzas, ¿y quizá a Bjorn? Cinco de, ¿cuántos? En cambio, en Game of Thrones, con poco que pienses, a pesar de todo lo decepcionante que fuera la octava y que hubo mucho desencanto, seguramente encuentres el doble o cerca del triple de personajes por encima de los que acabo de mencionar. Resumiendo: no sé en qué universo vivís los que afirmáis que Vikings podía sentarse en la mesa de Game of Thrones, si ni siquiera estaban en el mismo edificio y nunca lo estuvieron (ejemplo futbolístico: Griezmann con respecto a Messi o Cristiano Ronaldo).

Yo al señor Hirst le diría que no solo el problema lo tuvo en gestionar cuándo debía decir adiós a Ragnar, sino que tanto personaje podía dar pie a lo que acabó sucediendo: tramas por todos lados que sobraban y que a mucha gente le daban igual, centradas en gente que nunca importaron tanto como los que iniciaron la historia, para concluir con un cierre de lo más anodino y vulgar, a la altura de los últimos representantes de la ficción y de la deriva que llevaron en las entregas finales, y también en muchos momentos de las iniciales. 

Si me preguntaran, yo no recomendaría Vikings. Es una buena serie de acción, eso lo reconozco, pero creo que el catálogo de ficciones que ha habido, hay, y habrá, es mucho más rico y de un nivel superior al que jamás pudo ofrecer la producción vikinga. Aunque debo ser de los pocos que lo piensan, porque Netflix va a desarrollar un spin off, subtitulado Valhalla (la originalidad en su máxima expresión), con el mismo equipo creativo. Igual aprenden de sus errores y nos ahorran relleno, pero claro, dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, así que no me sorprendería si pecan de lo mismo en Netflix, e incluso exacerban esos errores. Encima que les ha costado tanto encontrar el Valhalla, todavía quieren darnos más la turra. Igual convendría más pasar página del todo y no vender motos al personal.