Band of Brothers, donde nacen los héroes.

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Steven Spielberg siempre ha tenido una relación peculiar con la Segunda Guerra Mundial. Siendo de ascendencia judía, no fue capaz de enfrentarse a los traumas de su familia hasta La lista de Schindler, donde puso todo su corazón y nos ofreció la que es probablemente su mejor película. Y si ésta trataba sobre el horror del holocausto, con Salvar al soldado Ryan nos enseñó la otra cara de la moneda, la de la guerra pura y dura y el horror al que son sometidos los hombres que tienen que luchar en ella. Casualidad o no, sus dos películas sobre este conflicto internacional son las que le han hecho ganar sus dos Oscars al mejor director. Así que cuando en 1998 se estrenó Salvar al soldado Ryan, el bueno de Steven y otro fan de la WWII como es Tom Hanks, decidieron que aún tenían mucho que contar. Y de esa unión nació, hace ya catorce años, Band of Brothers.

Band of Brothers, o Hermanos de Sangre, como se tituló en España, cuenta mediante diez episodios la historia de la compañía Easy del 506º Regimiento de la 101º división aerotransportada del ejército de EEUU. Se basa en un libro del mismo nombre escrito por Stephen Ambrose. Desde el primer episodio, donde conocemos a estos chavales que se habían presentado voluntarios para ser paracaidistas y vemos cómo se entrenaron juntos, los seguimos por el desembarco de Normandía, la liberación de Holanda, la batalla de las Ardenas y hasta el Nido del Águila, la casa de descanso de Hitler en medio de los Alpes.

La serie lleva el sello HBO, es decir, técnicamente es impecable y las interpretaciones no te van a defraudar. El elenco, que en su momento contaba como único actor conocido a David Schiwimmer (sí, Ross Geller), es encabezado por un muy correcto Damian Lewis como Richard Winters, líder y alma de la Easy, y que años después protagonizaría Homeland junto a Claire Danes. Y, como casi cualquier serie con unos años a sus espaldas, atendemos a un desfile de jóvenes que hoy en día triunfan en cine y televisión: Michael Fassbender, James McAvoy, Tom Hardy, Matthew Settle, Eion Bailey, Colin Hanks y hasta Jimmy Fallon.

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Cada detalle fue cuidado al mínimo: los guiones eran revisados por los verdaderos soldados de la compañía Easy para que todo aconteciera como en la realidad, los uniformes eran réplicas exactas y muchas de las armas auténticas, se recrearon escenarios de media Europa… Hasta los propios actores sufrieron un campamento de entrenamiento antes de empezar el rodaje, donde miembros del ejército (bajo la supervisión del capitán Dale Dye, que interpreta al coronel Sink en la serie) obligaron al reparto a correr, saltar, trepar, saltar de un avión, trabajar en equipo y responder por el nombre de su personaje diciendo “yes, sir”.  Todos coinciden en que fue duro, y todos coinciden en que volverían a hacerlo sin dudarlo, que el vínculo que en esos diez días se formó entre ellos les hizo sentirse más cerca de los hombres a los que interpretaban y por lo que habían pasado.

Como ejemplo de esto, Ron Livingston (que interpreta a Lewis Nixon) contaba que había apostado con un oficial que uno de sus hombres era capaz de desmontar su arma sin problemas. En el momento de la verdad, el soldado tuvo problemas y el superior obligó a Livingston a hacer flexiones hasta que su hombre consiguiera el objetivo, pues al ser su líder de pelotón debía responder por él. Tras dos minutos de flexiones, Frank John Hughes (Bill Guarnere) soltó un alright y se puso a hacer flexiones con él. Al segundo, todos los actores reconvertidos en soldados se agachaban para cumplir el mismo castigo hasta que el nuevo soldado consiguió montar su arma.

Pero si Band of Brothers fuera solo fidelidad histórica y efectos especiales no estaríamos aquí hablando de ella catorce años después. No habría un sistemático consenso al decir qué buena es. No estaría considerada una de las mejores miniseries de la historia. Porque lo que nos ofrece esta serie, capítulo tras capítulo, es alma. Es una historia que sigue a unos hombres al límite de sus fuerzas físicas y mentales, entrenados para ser los mejores, para lanzarse en un paracaídas a un territorio rodeados de enemigos y no verse paralizados por el miedo, a confiar ciegamente en el hombre que tienes a tu lado porque sabes que tu vida puede depender de ello.  A luchar por lo que creían que era justo, para darse cuenta de que los soldados del otro bando no eran tan diferentes a ellos. Es la historia de unos hombres que se convirtieron en hermanos.

Esta serie es una de esas cuyas imágenes se quedan grabadas en la retina: un soldado compartiendo chocolate con un niño, el doctor Eugene Roe utilizando el pañuelo de la enfermera para tapar una herida, el sargento Lipton manteniendo los ánimos arriba cuando la nieve de Bastogne amenazaba con acabar con toda esperanza, Malarkey consiguiendo una pistola Luger para su hermano, ese excelente capítulo nueve que por inesperado e impactante nadie ha podido olvidar, Richard Winters liderando a sus hombres batalla tras batalla…

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Band of Brothers es una serie que no pierde en el revisionado, y que se disfruta muchísimo la primera vez, seas fanático de las historias bélicas o no. Es una joya que todos los que la hemos visto llevamos con nosotros. El sentimiento general que desprende cada escena, cada historia, queda reflejado desde el primer episodio. Cerca del campo de entrenamiento de Toccoa, donde se formaron, existe una montaña con el nombre cheroqui Currahee. Significa Stand Alone, independiente, que se alza sola. Subir y bajar esta montaña era parte del entrenamiento de los hombres de la Easy, y Currahee se convirtió en su grito de guerra. Porque sabían que, aunque ellos también se alzaban solos, lo hacían todos juntos. No hay mejor manera de cerrar que echando mano de la última frase de la serie, aquella que pronuncia un anciano Richard Winters cuando relata lo que le respondió a su nieto el día que le preguntó si había sido un héroe en la guerra: «No, pero serví en una compañía de héroes».