2021, el año de la animación (III): Shingeki No Kyojin (Attack on Titan) - a vosotros, aquellos que no la seguís

2021, el año de la animación (III): Shingeki No Kyojin (Attack on Titan) – a vosotros, aquellos que no la seguís

Continúo este ciclo de artículos sobre series animadas con la que quizá sea mi favorita de las cuatro: Shingeki No Kyojin, o Attack on Titan, o Ataque a los Titanes, o “Los Titanes, o como queráis llamarla. Este anime japonés se ha convertido en un fenómeno de masas que ha traspasado fronteras y, en los últimos años, con la emisión de su temporada final, yo creo que ha sido una de las grandes comentadas y debatidas en redes sociales, también a raíz de la conclusión del manga en el cual se basa. Y es que su éxito no es baladí; nos encontramos ante una historia muy compleja, con una construcción de mundo y de personajes que exige del espectador una atención mayor que la media de series, y cuyo entramado está tejido por su autor con un detalle y un mimo que a veces asusta.

La humanidad vive rodeada de murallas. Desde hace siglos, ante la amenaza de un mal conocido como titanes, los vestigios de los que quedaron tras una guerra que asoló la población mundial permanecen dentro de la seguridad que proporcionan unos gigantescos muros, que les protegen de aquellos monstruos que moran por las tierras alrededor de este refugio humano.

En una de esas ciudades amuralladas, vive Eren con su familia y su amiga Mikasa; son amigos de un chico llamado Armin, y juntos pasan sus días jugando por las calles y metiéndose en líos, que más de una vez y más de dos terminan en peleas, en las que Armin recibe más de la cuenta, Eren siempre le defiende por encima, muchas veces, de sus posibilidades, y es Mikasa la que termina arreglando el desaguisado, repartiendo estopa a aquellos que osen meterse con sus amigos. Este vínculo que existe desde el primer episodio entre el trío protagonista es una de las bases de este anime, y lo que regirá la relación que tengan todos ellos. Por eso, cuando el año pasado, asistimos a una de las conversaciones más dolorosas e impactantes de este anime (y hay muchas), con ellos tres como actores principales, es inevitable alucinar si echamos la vista atrás y pensamos cómo ha cambiado todo con el transcurso de las temporadas y de las viñetas del manga.

La vida parece sencilla y feliz, como en muchas otras historias al comienzo del viaje de los protagonistas; y, como en la mayoría de casos, algo ocurre que provoca el cambio. Esta vez, viene en forma de titán colosal, más alto que las murallas, que abre una brecha en esa protección aparentemente inexpugnable, y por ahí se cuelan los demonios, para arrasar con la ciudad, y para que otro titán, algo más pequeño pero igualmente temible, completamente acorazado, reviente la cobertura interior, para que el caos sea todavía mayor. La vida de Eren, Mikasa y Armin cambia, y nada volverá a ser lo mismo a partir de entonces.

Porque la humanidad comienza a concienciarse de que no pueden estar eternamente recluidos, y deben encontrar la forma de acabar con los titanes y sobrevivir. Los tres amigos se alistan en el cuerpo militar, para formar parte de la Legión de Reconocimiento, que lleva años aventurándose al mundo exterior sin obtener resultados más que muertos en sus conciencias. Pero todo cambia cuatro años después de la invasión con la que abrimos la historia; esto vendría a resumir a grandes rasgos los primeros episodios de Shingeki, pero si alguien piensa que esta es una historia de héroes contra villanos típica, se equivoca.

El tono predominante es el gris, tirando en la mayoría de ocasiones hacia el gris oscuro. El contexto de supervivencia y de tensión permanente en el que viven instalados los protagonistas los lleva en la mayoría de ocasiones a tomar decisiones moralmente cuestionables, aunque tratándose de una guerra muchas veces se tiende a hacer la vista gorda, o, dicho de otra manera, a plantearse que todas las acciones perpetradas se están ejecutando en pos de un bien mayor: salvar a la raza humana. Presumiblemente, el mal está ahí fuera, y viene a por ellos; no van a negociar, no van a llevar a cabo cualquier tipo de parlamento, sino que simplemente van a devorar y a despedazar a todo aquel que pillen por delante. Aquí hay pocas dudas al respecto de lo que tienen que hacer Eren y compañía, acabar con ellos.

Pero las líneas comienzan a difuminarse cuando nos adentramos en los pormenores de la historia de los titanes, y lo que dio origen a la situación con la que arranca la ficción. Porque el mal, sí, proviene del exterior, pero también es importante contextualizarlo. Y, por si fuera poco, lo que hay dentro de las murallas tampoco es que sea una situación idílica, ya que hay una monarquía absoluta, casi totalitaria diría yo. Aquellos que vayan contra el rey, son enemigos del estado. No solo el elemento mitológico de Shingeki No Kyojin es fundamental para el desarrollo de la serie, sino que el factor sociopolítico es algo que repercute en toda la acción y la realidad que nos encontramos en la temporada final, que estamos disfrutando estos dos últimos años. Aquel arco de comienzos de la tercera entrega, que podría parecer tedioso y alejado del gran problema de la humanidad, los titanes, resulta estar conectado de raíz con todo lo que Isayama, el autor de la historia, ha ido tejiendo con el paso de los años. Y encima, luego vino la segunda mitad de esa temporada, que fue apoteósica.

Justamente al final de esa entrega, veíamos a un Eren mirando más allá de las fronteras de su mundo conocido, diciendo “Si matamos hasta el último de nuestros enemigos allá fuera, ¿seremos libres al fin?” Una reflexión que ahora, tiempo después, podemos comprender todos mejor, aunque ello no sea óbice para justificar lo que hace a continuación.

Creo que, en una guerra como la que nos plantea el autor aquí, conocer las motivaciones de ambas partes es fundamental para entenderlo todo mejor y tener una óptica tridimensional del conflicto y porqué estos personajes viven esta situación. La cuarta entrega arranca de forma completamente distinta a lo que nos tenían acostumbrados, con otra perspectiva y mostrándonos elementos de la historia que desconocíamos. Ya con el póster promocional de la misma avisaba al espectador ajeno al manga de que, igual, veíamos cómo cambiaban las tornas con respecto a lo que nos contaron en el arranque de la serie, y nos prevenía para lo que vendría a continuación. Yo era uno de esos, pero nunca imaginé cómo giraría todo a lo que está por venir próximamente (agarraos, que vienen curvas).

Además, nos ofrecieron uno de los mejores arcos que yo he visto en una serie de televisión, y uno de los mejores valorados en iMDB: en enero de 2021, se emitieron del 4×05 al 4×08, y sus notas son tres 9,9 consecutivos y un 9,6. Lo que vino a continuación no fue tan movido, pero sembró lo que estamos disfrutando en 2022, con notas que fueron incrementando hasta el punto álgido: 9, 9.3, 9.7 y dos 9.9 consecutivos; y no eran los primeros 9.9 de la serie (y no creo que sean los últimos).

Todo eso, con episodios de veinte minutos, que se sienten realmente cinco; o tres. Aún sabiendo lo que va a pasar, Shingeki me sigue sorprendiendo y dejando con ganas de más semana tras semana, y eso dice mucho, porque no son muchas las que lo han conseguido durante mis años de seriéfilo. Su presencia en la parte final del torneo está más que justificada, y realmente podría dedicarle muchos más artículos, no ya al contexto general, sino a personajes en particular. Tenemos dos programas sobre ella, uno antes de la cuarta y otro de la temporada del año pasado, y ya anuncio que habrá más próximamente. Si con todo este artículo y con los programas de turno, no he sido capaz de convenceros para verla, pues supongo que no es vuestra serie. No obstante, creo que todos deberíais ver una de las mejores series que hay en emisión actualmente, independientemente de que lo diga yo o no. Shingeki No Kyojin es un must see, y poco más se puede añadir.