Review Black Mirror: Striking Vipers

Review Black Mirror: Striking Vipers

La nueva temporada de Black Mirror fue lanzada oficialmente este miércoles, y si seguís el orden de visionado normal y no saltáis entre los diferentes que os ofrece la plataforma y los veis a vuestro gusto, Striking Vipers debería ser el primero que hayáis visto. Como siempre, la tecnología es la piedra angular sobre el que se estructura el episodio, aunque en este caso considero que ha sido la excusa para explorar las relaciones humanas.

Anthony Mackie protagoniza el capítulo dando vida a Danny, y quizá lo reconozcáis más por ser Sam Wilson, alias Falcon, en el Universo Cinematográfico de Marvel; además, será el nuevo actor principal en la próxima entrega de Altered Carbon, también de Netflix. La protagonista femenina es Nicole Beharie, que últimamente la hemos visto en la serie cancelada hace unos años de FOX, Sleepy Hollow. El otro actor con protagonismo en la historia es Yahya Abdul-Mateen II (Aquaman), que interpreta a Karl.

Striking Vipers es el nombre de un videojuego, que sin duda los jugadores que en su día disfrutabais del Tekken, Mortal Kombat y similares habréis encontrado paralelismos con el que se nos presenta en el episodio. Es el juego que los protagonistas, Danny y Karl, se pasaban horas y horas jugando cuando eran más jóvenes. Con motivo de la celebración del cumpleaños del primero, Karl le regala una versión renovada y adaptada a esa realidad futura que siempre nos presenta Black Mirror, en la que la experiencia es mucho más inmersiva que años atrás, ya que ahora, utilizando un método de realidad virtual, te introduces en el juego y vives todo lo que el personaje que escojas experimente, a priori, golpes y mamporros varios que es lo que más se reparte en este tipo de productos. No obstante, lo que comienza siendo una quedada para rememorar viejos tiempos, termina despertando en ambos amigos algo que ninguno, de entrada, podía esperar: una relación sentimental.

Realmente, hasta que no empiezan a “jugar” a Striking Vipers, el episodio es bastante anodino, si bien es cierto que luego, cuando ya entramos en el verdadero corazón del episodio, tampoco es que la calidad de la narración aumente considerablemente, sino que simplemente sientes curiosidad por ver hasta qué punto pueden llegar, y qué consecuencias tendrán para ambos. Y si no fuera porque quedan mediante un sistema de realidad virtual, pasaría por un episodio de cualquier otra serie, porque en muchas otras ocasiones, Black Mirror profundiza más en esa tecnología que nos presenta, pero esta vez prefiere ahondar en explorar las relaciones humanas, mostrando que los estereotipos o los esquemas tradicionales se han roto, y que hay muchas parejas que prefieren otro tipo de relaciones.

Como decía, la estructura del episodio queda muy clara a medida que vas viéndolo, se pueden diferenciar perfectamente las partes que lo componen, y sin ser nada excesivamente innovador, nos ofrece una historia de amor del siglo XXI formando un capítulo entretenido, sin más, que quizá le achacaría que no hacía falta ser tan extenso (sobrepasa la hora de duración) para lo que nos acaban contando.