Crítica: Spotlight

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Después de ver una película tan grandilocuente como The Revenant, sorprende observar la sencillez y humildad que tiene Thomas McCarthy en cada plano, en cada secuencia, en cada gesto de los personajes. Los actores brillan, pero no lo hacen con demasiada fuerza, pues lo importante es la historia que se cuenta y todo lo demás son sólo medios necesarios para contarla.

Mark Ruffalo como Rezendes, es el único personaje que destaca un poco… y el único que viaja, corre, conduce y que tiene escenas que no sean sentado en su escritorio o en una reunión. Pero tampoco aporta el suficiente movimiento como para considerar que otorga algo de acción a la película, no hay acción: Spotlight es lenta, tiene muchas conversaciones pero no es aburrida en absoluto, es dinámica y entretenida y bebe mucho de las historias clásicas de detectives. La película trata sobre periodismo de investigación y ya está, es simple y a la vez magistral.

Personalmente me recordó mucho a All the President’s Men, estupenda película dirigida por Alan J. Pakula, con guión del maravilloso escritor ganador de dos Oscar (y debería haber ganado más), William Goldman. Los héroes son periodistas al estilo de antaño, nobles y honestos al cien por cien, preocupados por conseguir una buena historia que contar, pero quieren hacerlo bien con la única finalidad de sacar a la luz la verdad.

No es una película que golpee con excesiva crudeza a la Jerarquía de la Iglesia Católica, y mucho menos a los católicos, Spotlight respeta a los creyentes e incluso los personajes que han sufrido abusos hablan de cómo viven su fe con naturalidad. Spotlight no es crítica con la Iglesia católica en si, es crítica con un abuso sistémico que se produjo en un contexto concreto. Es una película basada en un hecho real acontecido en Boston a principios del s XX. La narrativa es imparcial y no hay sensacionalismos. La película no trata sobre los eventos ocurridos, sino de la cobertura de los mismos que lleva a cabo The Boston Globe.