Review Arrow: Past Sins

Review Arrow: Past Sins

La cuesta de enero parece haberle sentado mal a la serie de Oliver Queen. Su regreso la semana pasada fue bastante normalito, sin pocas cosas que destacar, pero es que el de ayer fue de lo más discreto que le recuerdo a Arrow en tiempo. Quizá lo más reseñable es que estuvo dirigido por David Ramsey, que ya sabréis que interpreta a John. Por lo demás, escaso en cosas importantes, pero vamos a analizarlo.

Ya que el actor que da vida a Diggle ha dirigido el episodio, vamos a empezar por su trama, cuyo protagonismo se centra de nuevo en el renacido protocolo fantasma que, como casi dice Curtis, no deja de ser una forma de no llamarlo por su nombre: escuadrón suicida. Claro, por tema de derechos y tal, pues no pueden nombrarlo así, además que este, como el original de Arrow hace unos años, no deja de ser más cutre que el de la película (que tampoco fue una gran obra cinematográfica, salvando la interpretación de Margot Robbie como Harley Quinn). Suicidas aparte, esta trama sigue sin convencerme lo más mínimo, y más si nos dan más minutos de Curtis, personaje que me sobra muchísimo desde hace tiempo, y que se empeñan en darle bola. Es más, cuando Díaz lo “mata”, una parte de mí no se lo creía, y la otra lo estaba celebrando, corriendo hacia la nevera en busca de la botella de champán que hubiera, o sustancias similares. No obstante, era evidente que había trampa, y en realidad se trataba de una simulación que el informático había realizado, para obtener la información de “The Dragon” que necesitaban, para tratar de localizar al criminal detrás del cuadro que vimos hace unos capítulos, al que llaman por ahora Dante.

Sinceramente, esta trama, quizá, a lo mejor, podría ser interesante. Ya lo dije en su momento cuando nos metieron minutos de la basura con John y Lyla: si esto deriva en algo más importante, acepto todos estos capítulos de desarrollo, porque conducirán a alguna parte. Pero el camino está siendo farragoso y arduo. Y encima ahora le dan cancha a Curtis… ya vale, por favor. Ojo, para mí, traerse al hijo de Slade me parece un acierto, y un punto a favor de este nuevo equipo de criminales que ha montado ARGUS. Pero es que Díaz debería haber desaparecido del panorama ya, que está siendo todo muy cansino. Por el momento, trama de relleno, hasta que la cosa cambie y pase a algo más relevante, o al menos así lo espero y deseo.

Sobre nuestro protagonista, bueno, lo cierto es que hoy ha tenido un caso que roza lo procedimental, porque no aporta nada, más que la enésima vez que Oliver debe pedir disculpas por tener una familia más que problemática, cargando con los pecados de su padre y del pasado (oh vaya, me pregunto de dónde habrá salido el título del episodio). Sinceramente, cansa el tema también. Llevamos siete temporadas de Oliver navegando por las aguas tortuosas de la redención; solo falta que nos metáis casos random sobre gente que a nadie le importa, como el hijo del guardaespaldas al que Robert se cargó para que nuestro héroe pudiera sobrevivir al naufragio del Queen’s Gambit. Creo que Oliver se ha ganado durante todos estos años el perdón como para que ahora vengan desde la serie a meternos tralla de este estilo. El caso ha sido uno que podríamos ver en cualquier procedimental de medio pelo; Arrow lo puede hacer mucho mejor, y hemos tenido casos episódicos bastante más interesantes que el de esta semana.

Encima, se suma a que lo que hemos visto en este undécimo episodio de conversación entre Oliver y Emiko, algo que dije la semana pasada que me imaginaba que veríamos, ha sido lo mínimo. Es normal, ya que no se conocen, pero esperaba algo más de interacción entre ambos, y es algo que espero ver en el futuro, quizá los dos engalanados en sus vestimentas de justicieros. Si al menos hubiéramos tenido más minutos de ambos, igual la sensación que me quedó tras ver el episodio habría variado, aunque todo lo demás tampoco ha sido nada del otro mundo.

La otra parte del capítulo la han protagonizado Laurel y Felicity, al reencontrarse la actual fiscal del distrito con un personaje de su pasado, involucrado en la muerte del Quentin de Tierra-2. El caso es también como el que protagoniza Oliver, procedimental puro y duro, que sirve para afianzar la relación entre ambas, y al principio me preguntaba cómo ese señor podría haber llegado desde Tierra-2 a nuestra Tierra pero, como comentan al final del episodio, parece que el acosador de Laurel era su alter ego de esta dimensión, que no era muy fan precisamente de los justicieros. En principio parece que queda ahí la cosa, una vez es detenido, pero tengo la sensación de que esas notas que recibía primero Laurel, son las mismas que encuentra Dinah al final del episodio, así que igual ese hombre no era quien realmente estaba detrás de la reformada Black Siren.

Como decía antes, ha sido uno de los episodios más reguleros que he visto de Arrow en tiempo, y sigo con la sensación de que la ficción ha vuelto con el freno de mano puesto, todavía queriendo reencontrarse tras salir Oliver de prisión, con la revelación de que Emiko es la nueva justiciera de Star City, la trama secundaria de John, y la falta de un villano principal, unido todo ello a la incógnita de los flashforwards, que esta semana no han hecho acto de presencia. Un puzle complicado que, de momento, no son capaces de resolver. Nos vemos la próxima semana.