Crítica: Get Out (Déjame salir)

Crítica: Get Out (Déjame salir)

Get Out (Déjame salir en España), es una película escrita y dirigida por Jordan Peele, un tipo al que conocemos por su papel secundario de Fargo y por múltiples apariciones como actor cómico en diversas series. Sus trabajos más importantes han sido en MADtv, un programa de  humor de sketches y en Key & Peele. Aunque había dirigido varios cortos, ésta ha sido su primera incursión en la pantalla grande, y no podría haberle ido mejor. Dejando de lado que la película es un éxito de crítica y público, Peele debe estar contento porque ha hecho una buena película, muy entretenida y que cumple con las expectativas al cien por cien.

Jordan Peele es hijo de madre blanca y padre negro, así que lleva concienciado con las tonterías que deben soportar las parejas de raza mixta desde su infancia. Para añadir más leña al fuego está casado con Chelsea Peretti (Gina Linetti en Brooklyn Nine-Nine), una actriz blanca. Y quizás así entendamos que algunas de las escenas que refleja en la película sirvan para denunciar algunos momentos ridículos que ha vivido con su mujer o que vivieron sus padres. Porque la película, para quien no lo sepa, trata sobre lo incómodo que se siente el joven Chris (negro) durante una visita a la familia de su novia (todos blancos). Obviamente, lo que parecía ser una sensación extraña del muchacho termina convirtiéndose en algo mucho peor. Es una película antiracista, sarcástica, que con un humor muy inteligente y amargo nos abre los ojos hacia muchas ridiculeces que vemos, desgraciadamente, con excesiva asiduidad. Además nos entretiene y nos da nuestra ración de angustia cinematográfica.

Estamos ante una película de terror clásica, que es también  una película con fuerte contenido social, pues el motor del terror de la cinta es precisamente el racismo. Esto no es nuevo, quizás Scream o Sé lo que hiciste el último verano no tengan elementos claros de denuncia social, no todas las historias de terror son igual de profundas. Pero la utilización de miedos reales de un momento social concreto, como puede ser el racismo, por un guionista no es algo tan innovador. Peele toma un miedo real de la gente, lo exagera, lo transforma, juega con él y construye una trama terrorífica.

La mayor parte de la película nos sentimos perplejos y asustados, pero no sabemos dónde está el peligro. Esta tensión que incomoda al espectador desde el primer minuto, es aligerada con algunas escenas que rozan lo cómico pero que no dejan de ser extremadamente incómodas.

Lo que mejor funciona de la película es la transmisión de la sensación que tiene el protagonista de que algo malo está pasando, aunque no tengamos ni idea de exactamente qué. Cada vez que alguien abre la boca, sea negro o blanco, nos deja atónitos con algún comentario fuera de lugar.

El elenco está formidable, Daniel Kaluuya, el protagonista borda su papel y tanto los sirvientes negros con sus rostros y palabras forzados como los maravillosos padres de Rose bordan su trabajo, quizás sea Allison Williams quien menos destaca, no porque ella no sea creíble, sino porque los demás  están magníficos en sus papeles.

Pequeños comentarios que podría ser considerados spoilers:

  • El giro más pulp en los veinte minutos finales me parece en desenlace perfecto para una cinta que pasa la mayor parte del tiempo manteniendo un ambiente de tensión contenida. Creo que es oportuno que la angustia termine estallando de algún modo y la forma en la que lo hace, me parece la mejor posible.
  • La primera vez que Will habló con Walter (el guarda) me quedé muy confusa con sus palabras, que dejaban traslucir un amor raro hacia la novia de Chris. Cuando al final entendemos que era el abuelo quien estaba hablando, todo cobró sentido.
  • En ningún momento explican por qué los flashes del móvil activan la parte remanente del cerebro original.
  • Peele, en un acto de maldad peor que los Armitage, quería terminar la película con Chris siendo detenido por los asesinatos. Afortunadamente le convencieron para no cometer semejante crueldad con los espectadores y el coche no era de la poli sino del TSA.