La importancia de Jane the Virgin

La importancia de Jane the Virgin

Sinceramente, 2019 está siendo un año de despedidas destacadas, de las que ya hablé en su post correspondiente, y alguna más que no estaba programada en el momento de redacción de aquel artículo. En cuestión de días, despedí iZombie y Jane the Virgin, dos ficciones de The CW que seguía y que, sin hacer mucho ruido, siempre se convertían en ratos entretenidos durante mi semana cuando tocaba ver el episodio de turno; tirando de terminología específica, quizá la segunda podría calificarla como uno de mis «happy places«, esas ficciones que logran sacarte una sonrisa siempre y que ayudan a que desconectes de los problemas cotidianos con más facilidad que con otras series. Y os quiero hablar de la importancia de Jane the Virgin durante todos estos años, no solo para mí, sino para el panorama televisivo.

De entrada, que la ficción partiera de la base de que su protagonista era embarazada a través de la inseminación artificial, sin haber practicado sexo y manteniéndose virgen hasta ese momento sonaba, cuanto menos, disparatada. A eso le añadíamos el factor telenovelesco que impregnaba la serie desde sus inicios, y teníamos un cóctel de humor de lo más interesante, que muchas veces rallaba lo absurdo o lo exagerado, pero era parte de la magia de la serie. El homenaje a todas esas producciones latinoamericanas ha sido una de las señas de identidad de Jane the Virgin durante todos estos años, y se ha mantenido fiel a sí misma, a pesar de que algunas veces conllevara encontrarnos con tramas que rozaban lo absurdo, forzadas o innecesarias por el mero hecho de deberse a esos estándares de estirar la realidad hasta el punto de alcanzar lo inverosímil, pero sin perder el contacto con la misma. Ese delicado equilibrio no ha sido fácil de mantener a lo largo de los cien episodios que han acabado componiendo la ficción de The CW pero, echando la vista atrás, creo que los pros superan a los contras.

Un pro: la representación, tanto en cuanto a cuestión de género como a cuestión de raza. En el mundo actual en el que vivimos, tener una serie con tres protagonistas femeninas tan potentes como son las mujeres Villanueva es importantísimo, porque a través de sus personajes, dan voz a muchas personas en situaciones similares o que pueden verse identificadas con ellas, como por ejemplo, todo el tema de Alba y la obtención de la nacionalidad norteamericana. Lo habitual es que en las series de Estados Unidos tengamos las típicas cuotas, ya sea racial, de género, de identidad sexual, etcétera. En Jane the Virgin tenemos una serie en la que los estereotipos clásicos son la minoría y su elenco está formado principalmente por intérpretes con ascendencia latinoamericana. Además, los papeles fundamentales recaen en las mujeres de la serie, todas ellas con unas evoluciones de lo más interesante y que impactan de lleno en la trama principal, dejando a los hombres, no como secundarios, pero alejados también de los clásicos arquetipos que podamos tener en la cabeza de personajes masculinos. Desde que irrumpiera The Sopranos en el panorama televisivo, con un Tony Soprano visitando a una psiquiatra y hablando de sus patos, el rol masculino se ha alejado de la tradicionalidad, y en una ficción como ésta es de agradecer que los roles masculinos estén dotados de más capas y tengan más facetas que las que podríamos encontrar hace años. Jane the Virgin ha demostrado que otra forma de hacer televisión es posible, y encima en una cadena como The CW.

El triunfo de la serie es el triunfo de la cadena, sin ir más lejos porque, gracias a ella, la considerada cadena adolescente por excelencia de Estados Unidos se llevó un Globo de Oro por la interpretación de Gina Rodríguez justo en el arranque de la ficción, en el último trimestre de 2014. Se sentaba un precedente en este tipo de galardones porque, normalmente, los premios serios no los ganaban ficciones de la cadena que reunió el universo vampírico más destacado de la televisión de los últimos años, o aquella que ha revitalizado a los héroes de DC en el panorama audiovisual (porque sí, sus series son mejores que sus películas), o donde las hormonas poblaban las tramas de las temporadas más allá de la coherencia interna de las ficciones. Jane the Virgin supuso un antes y un después para The CW, y yo tengo la sensación de que, sin perder la identidad clásica de la cadena, se ha intentado hacer posteriormente ficciones que arriesgaran más y que se salieran de lo habitual en esos parámetros, con más éxito o menos, pero se valora la intención; es más, yo diría que en el último lustro, la cadena network más estable en cuanto a calidad de sus ficciones, in my opinion, ha sido The CW. El resto de networks tradicionales han ido perdiendo sus baluartes con el paso de los años, y no han sabido reponerse a estas pérdidas, tirando mano de renovaciones eternas y refritos de fórmulas de éxito ya pasadas de moda. Ninguna ha sabido aguantar el tipo como la cadena que le dio una oportunidad a Jane the Virgin, y eso es destacable también.

Sobre la temporada final, en líneas generales, me ha dejado muy satisfecho. Con el cabo suelto que abrieron en el último episodio de la cuarta, se nos venía encima grandes dosis de melodrama romántico, justo cuando encarábamos el tramo final de serie, pero la resolución me pareció de lo más convincente, dadas las circunstancias. Me ha gustado el final que han tenido todos y cada uno de los personajes, y a pesar de que se podría esperar un cierre más dramático (al menos en algún aspecto), creo que todos teníamos la esperanza que se resolvería de forma feliz. Tengo que decir que, aunque se llegó a los cien episodios, utilizar el 99 como el reportaje de despedida con declaraciones de todo el reparto sobre la trayectoria de la serie fue hacer un poco de «trampa», la verdad; eso sí, consiguió el efecto pretendido: enternecer al público con los testimonios de todos los integrantes del elenco y hacer que fuéramos calentando motores para una Series Finale lacrimógena. Creo que su último episodio consiguió cerrar de forma redonda la trayectoria de una serie que, al margen de ese Globo de Oro logrado en sus comienzos, no siempre ha gozado de la publicidad que probablemente merecía, a veces por baches en el nivel mostrado durante las temporadas, a veces simplemente porque otras más relevantes ocupaban los focos.

De las comedias emitidas en los últimos años en el apartado network, creo que Jane the Virgin ha logrado ser una de las más constantes e importantes del panorama cómico en Estados Unidos, rompiendo además con los moldes tradicionales de las sitcom clásicas, gracias a ese estilo de telenovela que destacaba anteriormente y, además, con el formato de cuarenta minutos al que no solemos estar acostumbrados dentro del género de comedia en el país americano.

Al contrario que su compañera iZombie, que me dejó más frío que otra cosa con su temporada final, Jane the Virgin sí ha cumplido las expectativas que tenía puestas en ella y me ha permitido disfrutar de quizá el final que yo esperaba para la serie. Si no le habéis dado una oportunidad aún a la ficción, en España la tenéis completa en Movistar Plus, y en Netflix hasta la tercera temporada. Además, en la época veraniega en la que nos encontramos, viene de maravilla para desconectar y pasar un buen rato delante de vuestras pantallas. Si todavía os lo preguntabais, la respuesta es sí, Jane the Virgin vale la pena.