The Man in the High Castle: un quiero y no puedo

The Man in the High Castle: un quiero y no puedo

Hay un mito bastante extendido que dice que el ser humano sólo usa una parte muy reducida de todo el potencial que posee el cerebro, que ha dado pie a películas como Limitless (protagonizada por Bradley Cooper) o Lucy (con Scarlett Johansson como actriz principal). No sé si eso será verdad o no, pero sí que tengo claro que The Man in the High Castle podría dar mucho más de sí de lo que nos está ofreciendo en sus dos temporadas de vida.

El artículo contiene LEVES spoilers de la segunda temporada

En su día, cuando supe de la intención de Amazon, no solo de comenzar a producir series, sino de llevar a la pequeña pantalla una serie que mostraba un futuro tras la Segunda Guerra Mundial en el que japoneses y nazis ganaban el conflicto bélico más importante del siglo XX, no dudé en comenzar a verla. La temática me atrajo desde el primer minuto, ya que explorar un universo en el que las fuerzas del Eje se hubieran alzado victoriosas ya de por sí me parecía una idea bastante interesante. Luego supe que la serie sacaba la idea de una novela de Phillip K. Dick, con el mismo nombre, y que constaba de unas 270 páginas aproximadamente (que no he leído). Con todos esos datos, lo primero que alguien piensa es que van a coger el nombre y luego harán lo que quieran con el material literario, sobre todo si piensan extender la serie durante mucho tiempo, como parece que es el caso. Eso conlleva un problema inicial muy importante: si pretendes sacar partido del material inicial, ¿cómo mantienes la coherencia narrativa durante dos, tres, cuatro temporadas incluso, sin recurrir a montones de paja y relleno desmesurado, o tramas que no importan a nadie? En el cine hemos visto un ejemplo similar con la adaptación a la gran pantalla de El Hobbit, precuela de El Señor de los Anillos, que apenas tiene 300 páginas y se ha convertido en una trilogía de casi tres horas de duración cada una de sus partes, provocando ese efecto negativo y el rechazo de la mayoría del público, al considerar innecesario alargar tanto un libro tan corto.

The Man in the High Castle tuvo una primera temporada correcta, presentándonos a sus personajes, estableciendo las dinámicas de ese futuro que no ha tenido lugar en nuestro mundo y cómo se repartían las fuerzas de poder entre las diferentes partes del globo, desde la perspectiva de los personajes principales. Además, ya nos dejaba entrever un elemento muy importante e interesante de ciencia ficción que en esta segunda temporada han explorado algo más, con la presentación de El Hombre en el Castillo, y que se atisba que en el futuro continuarán haciendo, lo cual añade un ingrediente más a la mezcla, dando lugar a un buen cóctel que tiene todos los elementos (a priori) para convertirse en una gran serie. ¿Qué ha sucedido? Sencillamente, que no han sabido aprovecharlo hasta el momento.

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Podemos clasificar las tramas en relación a los personajes: tenemos a Juliana, la protagonista principal, que deja los Estados del Pacífico japoneses para sumergirse en la América nazi de la costa este, un cambio nuevamente muy interesante, ya que para mí la parte nazi creo que da mucho más juego que la japonesa. Luego está John Smith, obbengrupperführer de las SS en Nueva York y que para mí es el mejor personaje de la serie, interpretado por Rufus Sewell; este personaje interactúa mucho con Juliana esta temporada, lo cual añade más relevancia al papel de la joven en el entramado político del universo de la serie. Joe Blake marcha a Berlín, y su trama introduce otro ingrediente a la mezcla que se queda en nada: los Lebensborn, una organización creada por los nazis para crear el sueño de la raza aria. A Frank lo seguimos viendo por San Francisco, y se acerca mucho más a la Resistencia. Y el Ministro de Comercio japonés Nobosuke Tagomi tiene la parte de ciencia ficción de la serie, lo cual ya de entrada supone un buen incentivo para el personaje. Pues bien, ninguna trama llega a aprovecharse al 100%.

La parte de Juliana es bastante lenta; la de Joe nunca llega a despegar; la de Smith es probablemente la mejor gracias a Sewell, que borda su actuación y te gana en cada acción que toma su personaje; la de Nobosuke simplemente nos deja con la miel en los labios; y solo la de Frank es quizá la más activa y de peso junto a la del obbengrupperführer de cara a los acontecimientos finales. Cuando tienes tantos elementos interesantes (luchas de poder dentro de la organización nazi, dimensiones paralelas, la resistencia al régimen, los Lebensborn…), y no sabes aprovechar ninguno, es difícil dar una buena nota a la temporada a nivel global.

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Nunca me ha molestado ver series lentas, pero aborrezco aquellas que ralentizan los acontecimientos a propósito, sobre todo cuando ves que tienen tantas posibilidades para meter un par de marchas más y mejorar la calidad de la serie. The Man in the High Castle aumenta la velocidad en sus dos últimos episodios de esta segunda temporada, en los que por fin, pasan cosas relevantes y de peso para la trama. Pero el problema es que en dos episodios no puedes arreglar lo que no has hecho en los ocho anteriores. No es cuestión tampoco de ir a una velocidad frenética y perder coherencia por el camino, es saber gestionar los tiempos mejor e ir introduciendo adecuadamente los elementos de la serie y explotarlos como toca.

The Man in the High Castle es ahora mismo una serie entretenida, correcta y eso para mí le perjudica, porque tiene potencial para dar ese salto de calidad y convertirse en una de esas series que cuando la gente te pide que le recomiendes alguna, tú les digas ésta. Ha sido renovada por una tercera temporada y tendrá nuevo showrunner; parafraseando a mi compañero y amigo Iván, “a lo mejor el nuevo showrunner entiende que no es necesario que todo pase en los últimos dos episodios”. No hace falta decir nada más.