Merlí y Sapere Aude: de aprendices y maestros, con hedonismo de por medio

Merlí y Sapere Aude: de aprendices y maestros, con hedonismo de por medio

Ahora que todos estáis en casa (y si no lo estáis, mal hecho), y muchos de vosotros puede que estuvierais inmersos en la recta final de vuestros cursos académicos, siendo la filosofía una de las asignaturas de estudio habituales, tanto en institutos como en muchas carreras (aplicadas a la materia en cuestión), creo que es un buen momento para que le deis una oportunidad a Merlí y su spin off, Sapere Aude, que os puede servir de repaso de muchos conceptos de filósofos a lo largo de la historia, así aprendéis algo de provecho.

El párrafo introductorio era una trampa: Merlí y su spin off no son series de filosofía. Bueno, sí, contienen muchas enseñanzas de muchos grandes autores, pero no es como Érase una vez; está a otros muchos temas, y la filosofía es la excusa para arrancar la trama, que es, básicamente, la vida.

Concretamente, la de los jóvenes alumnos en la recta final de su estancia en el instituto y, cómo no, la de todos los adultos que van desfilando durante las tres temporadas de Merlí y la única (por ahora) de Sapere Aude. No tiene más. Es la historia de cómo un profesor sustituto llega a un instituto público de Barcelona y sus enseñanzas calan tanto en la vida de sus estudiantes y también en la de sus compañeros de profesión, que todo cambia para ellos, en la mayoría de casos, para bien. Sí, suena un poco a El club de los poetas muertos. No tengo ninguna duda que el creador de la ficción (Héctor Lozano) cogió como referencia esta grandísima película (muy recomendable) para diseñar el modelo que luego derivaría en Merlí Bergeron. No obstante, yo veo otras semejanzas en obras más recientes.

Merlí es un profesor excelente. Logra llegar a sus discípulos (los que llama peripatètics, o peripatéticos en la lengua de Cervantes) de una forma que nadie en sus vidas lo había conseguido, y revoluciona la manera de pensar de todos ellos, impartiendo sus clases de una forma rompedora y distinta a lo que estaban habituados. Les anima a cuestionarlo todo, a no conformarse con nada, a experimentar, a vivir el momento, a vivir, en general. Ahora bien, en todo lo que destaca en el ámbito académico, peca en el ámbito más personal. Mala pareja, mal padre, mal hijo, Merlí no es que digamos que es ejemplo de mucho en su faceta más privada. Me recuerda horrores a Don Draper, salvando las distancias, claro está: un experto en su trabajo, pero pésimo en las relaciones personales. Todo lo que logra en su carrera laboral, no es capaz de encontrar la forma de equilibrarlo cuando llega a casa. No obstante, conforme pasan las temporadas, mejora en lo personal, encontrando ese punto intermedio del que tanto carece al principio. Pese a todos los defectos de su protagonista, Merlí no sería lo que es sin la presencia de este gran personaje, que creo que se ganó un hueco en nuestros corazones por su forma de conectar con sus alumnos.

Justamente son ellos el otro gran foco de atención de la serie. Bruno (su hijo), Tània, Marc, Gerard, Mónica, Iván, Oliver, Joan, etc., son los peripatéticos, que para los no versados en temas filosóficos (o que simplemente no os acordéis) eran los discípulos de Aristóteles y es el mote escogido por Merlí cuando llega al Àngel Guimerà para referirse a ellos. Todos tienen sus fases de más odiosos o menos. No hay ninguno que escape a algún momento de querer enviarlo a esparragar, o que te den ganas de abrazarle y decirle que todo irá bien. Los hay que están más tiempo en la parte negativa de la serie, llegando al punto del hastío cuando les ves en pantalla, pero hay otros que evolucionan de una manera brutal, hasta alcanzar cuotas de alta importancia dentro del contexto de la serie. Dos ejemplos: Bruno era insoportable al principio, pero con el paso del tiempo cambia de una manera radical, siendo un personaje al que acabas echando de menos; Tània es, quizá, la mejor del grupo de adolescentes, y su desarrollo con el paso de las temporadas solo hace que acentuar eso. Ejemplos de lo contrario: Joan empieza siendo un chaval entrañable, pero las circunstancias le llevan hacia una actitud de mierda y que cuesta tragar; Gerard se mantiene durante toda la serie como un personaje con el que cuesta conectar, siempre bordeando la fina línea del hastío. Evidentemente, todos estos cambios que experimentan, para bien o para mal, vienen motivados por la presencia de Merlí en sus vidas, y es lo que potencia que los chavales evolucionen y sea la principal salsa de la serie.

Una cosa que no me acabó de gustar es la decisión del final de la serie con respecto al salto temporal que experimenta la trama. Llega un momento que cierran la parte del presente, y nos muestran cómo son las vidas de los peripatéticos unos años después, que sí, queda muy bonito y es muy emotivo, pero creo que dieron carpetazo a muchos conflictos que habían iniciado con el paso de las temporadas, y lo resolvieron un poco apresurado de cara a ese avance en el tiempo. Hay unas cuantas cosas que me gustaría que hubieran explorado y a las que dieron un cierre abrupto, que todos tenemos que aceptar, nos guste o no.

¿Por qué hedonismo en el título? Sin duda, es la corriente filosófica que más ponen en práctica en la serie. Es increíble la facilidad con la que follan unos y otros. Mira, otro aspecto que me recuerda a Mad Men, solo que es más creíble que Draper ligue con extrema sencillez que lo haga Merlí, las cosas como son. Lo de que el “hasta el más tonto hace relojes” es extrapolable a la realidad de la serie, y solo se quedan sin mojar (mucho) los que peor se lo montan (que hay alguno, claro está). Evidentemente, me estoy quedando en el aspecto más superficial de la doctrina hedonista, la búsqueda del placer (en este caso sexual), pero no quería pasar sin destacar lo surrealista que es en algunos momentos la forma que ligan unos con otros, rozando la ciencia ficción.

Sí, seguro que muchos os habréis percatado de un detalle: ¿dónde mencionas a Pol Rubio? Oh Dios mío, Pol Rubio, el hedonista por excelencia de Merlí (al menos así se define de entrada, más hedonista que kantiano). A ver, es que Pol es para darle de comer aparte; al fin y al cabo, acaba teniendo serie propia. Es el alumno favorito de Merlí desde el principio de la serie, el que mejor comprende la filosofía y el que tiene claro que quiere llegar a ser lo que es su maestro. El alumno aventajado de los peripatéticos es otro de los grandes focos de atención de la serie original, con evolución destacada mediante. Aunque con él creo que hay una dicotomía: o estás a favor, o estás en contra. Hay mucha gente que no le traga, como hay otros tantos que le adoran. Yo soy de los que valoran su personaje positivamente, y a día de hoy me parece muy interesante, aunque tiene sus momentos durante los años de Merlí que era para mandarlo a la mierda de lo cansino y odioso que era. Las cosas cambian, y el proceso de madurez que vive el personaje es evidente, sobre todo, cuando salta a Sapere Aude.

El spin off que se emite en la actualidad en Movistar Plus (la serie original la podéis ver en Netflix) se centra en los años de universidad de Pol Rubio. ¿Recordáis que os he mencionado antes un salto temporal al final de Merlí? Pues bien, la nueva ficción cubre el hueco entre el punto A (el fin de la trama del presente en la producción principal) y el punto B (qué ha sido de los peripatéticos tras ese salto temporal). Evidentemente, con ese epílogo en Merlí nos están spoileando lo que pasará con Pol, pero como escuché o leí en alguna parte, aunque sepas el final, se puede disfrutar del camino igualmente (podría ser una definición de la vida, sin ir más lejos). La gracia de la serie está, principalmente, en ver las locas y hedonistas peripecias del peripatético más destacado, mientras encuentra su lugar en el mundo y busca alcanzar la meta que se propuso cuando arrancó Merlí: convertirse en su maestro.

Me gustó tanto la serie original, que tenía mis dudas con respecto a Sapere Aude. Sabía que giraba en torno a la figura de Pol, y eso me frenaba un poco. Pero le acabé dando una oportunidad, y me sorprendió gratamente. Sin llegar a ser lo que era Merlí, la ficción de su alumno logra ser entretenida, aprovecharse del espíritu legado por su maestro, y darle una personalidad propia, siempre con Pol como eje de rotación, algo que es positivo si te gusta él, y negativo si no, además en cuanto a lo que gira a su alrededor. Al contrario de lo que pasaba en la serie madre, que si él no te convencía, igual alguno de sus compañeros de clase sí lo hacía, aquí está muy descompensado el nivel entre protagonista y secundarios. No empatizo con ninguno, y no hay ninguno que, por ahora, me parezca lo suficientemente interesante como para intentar eclipsar a Pol, o al menos que cuando el foco de atención pase de él a uno de ellos, se mantenga mi interés en lo que me están contando. Evidentemente, si hay un personaje que destaca por encima del resto: la profesora María Bolaño. La comparativa entre la docente que interpreta María Pujalte y Merlí está ahí, y el paralelismo es claro. Ella no es él, pero la figura de una maestra ahora como contrapunto a Pol, y como referencia para el chaval, hace que Sapere Aude recupere, quizá, el mejor recurso que tenía Merlí.

Para terminar, no voy a comparar el fenómeno Merlí con el de, por ejemplo, La Casa de Papel, en cuanto a impacto internacional me refiero. Pero sí que es una serie que ha traspasado también fronteras, y tiene numerosos seguidores a lo largo y ancho del planeta, aunque pueda parecer mentira. Me imagino que su presencia en Netflix habrá tenido algo que ver, como tuvo en el caso de la antigua serie de Antena 3. Sea como sea, dadas las circunstancias que vivimos, tenéis una oportunidad única de disfrutar de una serie que deja muchísimos mensajes interesantes sobre lo que reflexionar, con un gran personaje como es Merlí, y un spin off que, por ahora, no alcanza el nivel de su predecesora, pero que tiene por delante un futuro para explorar cosas nuevas y ver hasta dónde es capaz de llegar.