Crítica: Okja

Crítica: Okja

Bong Joon-ho es un cineasta coreano al que muchos comparan con Spielberg, de hecho, el afamado y genial Tarantino dijo que el director coreano es actualmente como era Spielberg en su mejor momento.

Bong Joon-ho es el responsable de una cinta tan interesante como Snowpiercer, su primer trabajo fuera de Corea y que os aconsejo que corráis a ver si no la habéis visto ya. Y ahora nos regala una idea igual de fantasiosa y realista que la película del tren como metáfora de un futuro distópico, su nueva peli es Okja. Al igual que en la anterior película, en Okja, mezclamos elementos de un realismo inquietante con una locura fantasiosa que roza lo histriónico. Todo es insultantemente exagerado y a la vez todo es sutil, o al menos, notablemente menos cruel que en la vida real. Creo que la idea es la de disfrazar en un cuento de hadas las miserias del mundo. Y funciona de maravilla en esta película notable.

La ganadería industrial somete a un maltrato continuado a seres sintientes y la película se hace eco de esta realidad. En aras de continuar con ese realismo mágico que ya conocemos en la historia de este cineasta, el animal protagonista es un animal imaginario, con quien logramos desarrollar una gran empatía. Es un animal creado en laboratorios con la única finalidad de resultar más rentable a la industria, lo único que importan son los beneficios empresariales y los cerdos tal como los conocemos consumen demasiados recursos. Puesto que el público tiene algunos reparos en consumir carne transgénica, los responsables de marketing diseñan un enorme ejercicio publicitario para presentar este nuevo animal a la gente que quiere verlo en sus platos. Okja es uno de esos animales.
Los efectos especiales son magníficos, el animal es totalmente creíble y su interacción con las personas y el entorno está magníficamente rodada.

La cinta no se queda en la evidente denuncia contra los abusos de la industria cárnica, hay una crítica feroz al sistema capitalista; los métodos de las fuerzas del orden; la hipocresía de los medios de comunicación y una nada velada crítica hacia quienes queriendo cambiar el mundo entienden que el fin justifica los medios y se aprovechan de los débiles con supuestas buenas intenciones.

Las pocas veces que aparecen las autoridades policiales, son siempre al servicio del poderoso. Vemos como los pacifistas son víctimas de violencia por parte de quienes hipotéticamente deberían protegerlos y hay continuas alusiones más o menos directas al aprovechamiento del pobre por parte del rico.

Quizás esto pueda ser considerado un defecto: la falta de matices es bestial.  Los malos son rematadamente malos y los buenos son rematadamente buenos, se trata de una película que es perfectamente apta para niños muy pequeños, pues su estilo de fábula ecologista con una narrativa sin complicaciones es fácil de entender incluso para un espectador del mismo nivel intelectual que el super cerdo protagonista. Normalmente no me gustan las historias que lo dan todo mascado y triturado para que el público no tenga que pensar ni un poquito, pero al igual que la obvia alegoría de Snowpierce, en Okja la crítica al sistema actual es tan evidente que no parece ser ni importante, sólo un telón de fondo sobre el que sucede una historia. Es como si llegáramos a un pacto con Bong Joon-ho en el cual nos dijera algo así como: el mundo es horrible, todos lo sabemos, ahora que lo tenemos claro voy a decírtelo a mi manera y con mi particular estilo, pero no voy a descubrirte nada porque tú y yo sabemos que el mundo es horrible. 

La fotografía está cuidadadísima y sirve de forma espectacular a su propósito de reforzar la narración. Los actores cumplen con creces y aunque son Jake Gyllenhaal y Tilda Swinton quienes tienen los personajes más llamativos, me quedo con la elegancia de Paul Dano y la emotividad de Seo-Hyeon Ahn, quien con 13 años me ha parecido una actriz con un talento envidiable.

Toda la historia es previsible al máximo, pero es lo que uno espera con una película como está. Es triste, para que no olvidemos la dureza de la realidad, pero tiene lo justo de felicidad y falsa esperanza para ser apta para el público infantil. Y porque realmente no era necesario hacer la historia aún más terrible… porque es bastante aterradora y dolorosa así tal como está, poniendo el espejo en la realidad misma.